Diario de Mallorca

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Dos fotografías y un libro

1.Se ha descubierto a través de un extenso estudio sobre el ADN de los (y las) holandeses (y holandesas), que la Leyenda Negra sobre la violación de estas últimas a manos de las huestes del temible duque de Alba, con sus embarazos posteriores era una trola de campeonato. Lo publicó El País esta semana. Ni una gota de sangre española tienen los holandeses (y holandesas) tal como se creía -interesadamente- hasta ahora. De hecho hay una belleza muy especial en las holandesas de pelo y ojos negros y piel blanca y esa belleza estaba asociada históricamente al gen español. Llevaba siglos asociada a eso, sin pensar que en los Tercios había mercenarios de toda Europa y la mayoría tan rubicundos como muchas holandesas. Este desmentido de la ciencia me ha hecho pensar en el último póster que colgué en mi casa (ya no tenía la edad apropiada, pero lo colgué en un pasillo que conducía a mi estudio durante varios meses). Me lo regaló una amiga y era el cartel o affiche de la película basada en la novela homónima de Raymod Radiguet, titulada El diablo en el cuerpo. La película era de Marco Bellochio, que siempre ha sido un tanto pillastre y en el cartel sólo aparecía la entonces joven actriz holandesa Maruschka Detmers, entonces también bellísima, aunque no muy buena actriz. Iba desnuda, recién salida de la ducha, y se tapaba con una toalla. El pelo negro y los ojos negros -una mirada oscura y magnífica- y los Tercios de Flandes detrás, se creía. Pues no. Todo muy bien, pero más holandesa que el queso de bola, los molinos y las bicicletas y ni un sólo gen español. Ocurre a menudo con la Leyenda Negra: que es falsa, pero la Historia nos demuestra que son más fáciles de creer las falsedades interesadas que la verdad. Sigue ocurriendo.

2.Por ejemplo respecto a la Transición, tomada como objetivo a abatir del primer capítulo de una obra fantasmagórica que podría titularse al estilo de Decadencia y caída del Imperio Romano, de Gibbon: "Desmorone y desmembramiento de una sociedad" y tendría varios autores. Es decir, sería una obra coral y los críticos del futuro hablarían -de llegar a cumplirse la voluntad de esa obra- de una tragedia polifónica. Gracias a Dios quedan imágenes -muchas- que desmienten la primera parte de la obra en cuestión.

Mi amigo Tumi Bestard, hijo, me facilitó esta semana una de esas imágenes en forma fotográfica. En ella se ve al historiador Martí de Riquer junto con el cantautor Raimon, partiéndose de risa los dos. No hablaré aquí de los libros de Riquer, ni de las canciones de Raimon. Sólo recordaré que uno había sido requeté y de los Tercios -franquistas- de Montserrat, además de senador por designación real, y el otro, miembro del Partido Comunista. No sé en qué año está tomada la fotografía pero es ya en la democracia consolidada y nos habla de la mejor herencia de aquel espíritu de la Transición: la complicidad, la alegría y la esperanza, al margen de ideologías. Esa herencia que algunos -y éramos bastantes- creímos que se conservaría por los siglos de los siglos y no lo parece, no.

3.Hay un apagón monumental en Venezuela. Desde hace un par de semanas lo hay. Quizá sea simbólico: donde apagan la democracia, se acaba yendo la luz. Es el caso. Ahora se echan la culpa unos a otros y los entendidos dicen que menos de treinta muertos son pocos muertos para un apagón tan largo. A mí con que haya un solo muerto ya me parece demasiado, pero cuando se apaga la democracia el valor del humano desciende que es un contento. Lo leí el otro día en no sé quien: cuando cierran los mercados, empieza el mercado de carne humana. Las guerras son eso. También lo son otras situaciones donde se pasa hambre y frío y no hay corriente eléctrica. Pero este apagón se presenta al mundo como El Gran Apagón: como si fuera el primero y el inicio de otra cosa. Quizá lo sea, el inicio de lo que no sabemos, pero el primero no es. No sólo no es sino que ha sido una práctica habitual en el régimen chavista. Y donde no llega el periodismo lo hace la literatura. Suele hacerlo antes, además.

En 2016 se publicó en España -en la editorial Alfaguara, concretamente- una novela titulada The Night, cuyo autor es el venezolano Rodrigo Blanco Calderón. Era su primera novela y la trama sucede en Caracas en el año 2010. Una gran crisis energética -en un país que es gran productor de petróleo- es el pretexto que utiliza el gobierno chavista para decretar varios cortes eléctricos a lo largo del día y de la noche, un día tras otro, una semana tras otra, un mes tras otro y esto fue realidad y no ficción. Y como la peste en el Decamerón o los Cuentos de Canterbury, la oscuridad es aprovechada para todo tipo de tropelías. Y como en el Decamerón o los Cuentos de Canterbury dos amigos -un psiquiatra y un escritor que no escribe y esto ya sí es ficción- se reúnen en esa oscuridad para contarse y lo que se cuentan son los crímenes -la mayoría de mujeres- sucedidos en Venezuela durante el último año.

La novela fue inmediatamente aclamada por la crítica francesa y la española osciló entre el aplauso y la condescendencia. Pero en The Night ya estaba todo lo que pasa ahora, más a lo bestia, en Caracas y el resto del país. Con o sin ideología, pero también sin tanta literatura como en Blanco Calderón. Que nos avisó de lo que venía.

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