Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Papell

El PP y las primarias

La democracia interna de los partidos es un mandato constitucional. El art. 6 CE, incluido en su vertebral Título Preliminar que establece los fundamentos principales del régimen político, dispone que los partidos "expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son un instrumento fundamental para la participación política", y el artículo concluye estableciendo que "su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos".

Este mandato ha determinado lógicamente la vida de los partidos, que, básicamente, han mantenido para su gobernanza un sistema derivado del modelo parlamentario, de elecciones indirectas: las agrupaciones eligen a representantes (compromisarios) que se reúnen periódicamente en congresos soberanos, que eligen a las ejecutivas entre las distintas candidaturas presentadas.

Sin embargo, las formaciones de izquierdas y los nuevos partidos surgidos después de la Transición han ido avanzando hacia la elección directa de las cúpulas por las bases. El PSOE utilizó por primera vez la institución de las primarias para elegir al secretario general en 1998: el 24 de abril, los militantes eligieron entre el secretario general, Joaquín Almunia, y José Borrell para cubrir la candidatura a la presidencia del gobierno en las elecciones del 2000. Ganó Borrell, y existió durante unos meses una disfuncional bicefalia, que concluyó con la dimisión de Borrell, víctima del juego sucio del aparato. El sistema fue arrinconado hasta 2014, cuando Sánchez ganó a Eduardo Madina y a José Antonio Pérez Tapias días antes del Congreso extraordinario de julio de aquel año. En 2017, Sánchez, que había sido descabalgado de la secretaría general por un golpe de mano interno, volvió a ganar unas elecciones primarias, esta vez frente a Susana Díaz.

El PP, por su parte, no ha podido resistirse a la presión de los partidarios de una mayor apertura y del recurso a la militancia, y en el último congreso instauró un sistema de elección del secretario general a dos vueltas, no muy funcional. La primera votación ha estado abierta a todos los militantes al corriente de pago, que han elegido entre los candidatos de presentar sólo cien avales, y la segunda, entre los dos candidatos más votados, se celebrará entre los compromisarios que asistan al congreso extraordinario de los días 20 y 21 de julio. De momento, tal apertura ha evidenciado que el partido, lejos de contar con más de 800.000 militantes, era una escuálida formación en la que tenían derecho al voto poco más de 60.000 afiliados. Y ahora, los dos finalistas no saben muy qué hacer ante el rechazo que muchos manifiestan a que se produzca un debate entre ambos y las presiones que tratan de evitar una nueva confrontación final.

En este caso, pero también en las primarias de los demás partidos -del PSOE, de Izquierda Unida o de Podemos„ se advierte una personalización de los procesos de selección que no tiene sentido. La democracia interna no debería consistir en abrir una competencia entre aspirantes a líderes sino en provocar un debate entre ideas distintas. El pluralismo no acaba con la existencia de tres o cuatro grandes partidos que cubran todo el espectro: lo ideal sería que en cada partido hubiera corrientes internas que compitieran por impulsar orientaciones distintas. Durante años, la existencia de Izquierda Socialista, una facción interna del PSOE, enriqueció al socialismo con su crítica leal al ala más conservadora?

Frente a quienes en el PP recomiendan que Soraya Sánchez de Santamaría y Pablo Casado eviten cualquier confrontación, eludan el debate y se integren pacíficamente en una sola candidatura de forma que se evite votar de nuevo, habría que recomendar que ambos contrapusiesen su visión del partido para que sus conmilitones pudieran elegir. Si es cierto que uno es el trasunto aproximado de Aznar y la otra de Rajoy, lo natural sería que confrontasen ambas concepciones del PP? U otras distintas, porque en democracia todos los problemas tienen más de una solución posible.

La desafección de los ciudadanos con respecto a los partidos proviene precisamente de la artificialidad del pluralismo interno. Nadie debería dudar de que la confrontación entre corrientes fraternales de la misma organización, lejos de destruir, fortalece los partidos y los acerca al pueblo llano.

Compartir el artículo

stats