Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

El escalador

El Eiger es la gran pared de Europa. Seis mil pies de altura, el doble que el Dru, y más traidora. Es de color negro, excepto cuando la nieve, en invierno, se posa en todas partes y oculta las placas de hielo. Así comienza el capítulo veinte y uno de En solitario, de James Salter. A escalar las más altas cumbres. Así, dicen las malas lenguas, instó a sus dos hijos el patriarca Mesquida. Uno al PP, el otro al PSOE. Era acierto o acierto. Es el bipartidismo. Y a fe que han cumplido el mandato paterno. Uno llegó a temporal conseller de Salut con el PP; el otro llegó a funcionario de Calvià merced a las gestiones del PSIB con Margarita Nájera, a conseller de Economía y Hacienda del gobierno Antich (amistad eterna con Celestí Alomar), a director general de Infraestructuras del ministerio de Defensa, a director general del Cuerpo Nacional de Policía y la Guardia Civil y a secretario de Estado de Turismo en los gobiernos de Zapatero. Últimamente dimitió de su condición de director general en Calvià para retornar a su primera sinecura como funcionario; la explicación ha sido su adiós al PSOE.

El escalador, que ha sido desde tiempos inmemoriales la gran esperanza blanca de la prensa conservadora balear (si el PSIB ganaba las elecciones), fue calificado por Vallés como el conseller del PP en el gobierno de Antich. Eso es tanto como otorgar una ideología concreta a nuestro hombre. Yo soy del parecer de que (obviando los extremos, que no se comen una rosca) la suya es tan difusa como todas las que encarnan las falenas que vuelan hacia la luz que las abrasa. En el PSIB, ofició siempre de supernumerario moderado de la corriente Socialismo y Autonomía, el vivero nacionalista desde el que han mandado desde 1985 los March, Triay, Moll, Antich, Armengol, etc. Lo cual le posibilitó ascender a conseller primero y al gobierno de Zapatero después. Fue en Madrid donde amistó con Bono, se hizo los implantes capilares y se inflamó de amor a España. Madrid cambia a los políticos de provincias, como bien sabemos los que sufrimos los desmanes de Matas. Madrid quita los complejos, abre las mentes. Cristina Macaya abría los jardines de su mansión mallorquina para agasajar al escalador en su cumpleaños. Una ascensión imparable, un ocho mil, en el seno de la jet society.

Mesquida, un adulador fetén del poder, tartufo, cree llegada su hora, sería un gran desperdicio para España, no hablemos ya para Balears o Palma, ignorarlo. Por eso cuando le pilló sin cargo alguno la crisis del PSOE posterior a la derrota de Rubalcaba en noviembre de 2011 ante Rajoy, se postuló como alternativa a Rubalcaba en el congreso de 2012 y fue noticia unos días en algunos periódicos estatales, pero no llegó a cuajar la apuesta por falta de apoyos. Pero si alguien pensaba que nuestro héroe se daba por vencido, se estaba equivocando. Cuando en 2014 se convocaron primarias (sic) para la secretaría general del PSIB, a las que concurrieron Calvo y Armengol, no dudó en presentarse como alternativa a Francina. No funcionó. Debajo de las piedras, donde dijo que buscaría los votos, no encontró ni víboras ni alacranes, no encontró nada. Pero no por ello decayó su aspiración a lo más alto.

Un nuevo partido amenazaba el statu quo bipartidista: Ciudadanos. Y poco tiempo después, cuando como consecuencia de la crisis independentista en Cataluña se disparaba su intención de voto, empezaron a dar noticia los diarios de los coqueteos de Mesquida con Cs, necesitados éstos de una implantación territorial de la que carecían y de personas conocidas para encabezar sus candidaturas. Aquí es cuando uno sospecha que se produce un fatal error táctico de nuestro grimpeur: supone inminente el asalto al poder de Cs y se da de baja del PSOE. Contra todo pronóstico Pedro Sánchez gana la moción de censura y forma gobierno cuando él ya ha dado el paso decisivo de abandonar el PSOE para ubicarse en la órbita de Cs. El paso es ya irreversible y hay que amarrarse a Cs para poder aspirar a algo. Dicen que si la comunidad, que si la alcaldía de Palma, que si un puesto seguro en las europeas.

Nuestro personaje ha sido siempre un gran propagandista de sí mismo. Nos hemos enterado de sus virtudes porque él mismo ha contado a la prensa lo que otros personajes han dicho supuestamente de él. Él nos contó que el rey Juan Carlos le había llamado en persona para agradecerle su felicitación de cumpleaños. Él nos contó que el alcalde de Calvià le había dicho que no era preciso que abandonara el cargo de director general por abandonar el PSOE, que estaba en el cargo no por ser del PSOE, sino por su valía personal. Él nos contó que Rivera le había dicho que podía aportar mucho a España. Cominerías. Él, todo cáscara, sin pulpa que catar, sin ninguna valoración propia sobre nada, se sitúa sin el menor recato ni rubor como alguien que España necesita, pero eso sí, muy cuco, lo pone en boca de otros, en hipócrita apariencia de humildad.

Ciudadanos, un partido de centro que despertó esperanzas entre gente que se reclamaba de la socialdemocracia liberal o del liberal-socialismo, ha dado, tras la convulsión catalana, un salto espectacular hacia la derecha exaltando el nacionalismo español, aplaudiendo episodios tan grotescos como el lloriqueante canto de Marta Sánchez. El acopio de oportunistas saltimbanquis es una muestra más del oportunismo de su líder máximo.

Compartir el artículo

stats