Me tomé un tiempo razonable para digerir la sentencia de ´La Manada´. Pero es indigerible. Se ha escrito mucho y desde todas las perspectivas, pero yo quiero hacerlo desde la de la autodefensa. Hace bastantes años, en Madrid, aprendí autodefensa feminista, un método que se inició en Canadá para evitar agresiones sexuales. Luego las enseñé allá y en Mallorca he impartido innumerables cursos a centenares de mujeres y chicas que lo veían necesario en sus vidas.

La mayoría de los hombres no pueden entender esta necesidad sentida, porque no han crecido con el mantra que a nosotras nos han repetido hasta la saciedad, ten cuidado. Se nos coarta la libertad de movimiento por el miedo a los depredadores machistas que aparecen en cualquier momento, crecemos con un miedo difuso que se nos mete en el cerebro y en el cuerpo. Los hombres no se imaginan los miles de momentos de acoso y abuso que sufrimos todas a lo largo de la vida y que está saliendo ahora a la superficie con la campaña en Twitter (invito encarecidamente a seguirla). No saben lo que es vivir con un miedo continuo que nos hace buscar las rutas más seguras, coger taxis en la noche, buscar amigas que te lleven hasta el portal y esperan a que entres€ Crecemos y vivimos gestionando este miedo y enfrentándonos a él como podemos. Para muchas, es un miedo insuperable.

En autodefensa enseñamos técnicas físicas y psicológicas para salir de situaciones de acoso y peligro, a desbloquear ese pánico al peligro del macho que nos han metido en la cabeza y que hace que muchas mujeres se paralicen sólo con la expresión corporal de agresividad. Pero también a no sufrir daño. Por eso, ante situaciones determinadas (como la vivida por la mujer en Pamplona) abogamos por la estrategia de impedir que nos hieran, a mantener la cabeza fría y conseguir que pase lo más rápido posible, preservando nuestra integridad.

Pero los jueces nos piden lo que no piden a ninguna otra víctima, demostrar que nos hemos defendido. Tampoco ellos tienen ni idea de lo difícil que es reaccionar ante un ataque inesperado cuando vamos camino a casa pensando en nuestras cosas, o con sueño, o agotadas o con varias copas de más, como miles de hombres a los que nunca se les pasa por la cabeza que beber sea una trampa mortal. Porque la trampa mortal se llama machismo y cultura machista depredadora, que es impune.

Hay jueces y juezas quienes, siguiendo el mandato patriarcal, ese que no está escrito pero que guía nuestras vidas, para creernos y darnos el estatuto de víctimas de agresión sexual, nos quieren mártires... y muertas si es preciso, como las santas que inundan el santoral, la mayoría de las cuales lo son por haberse resistido hasta la muerte. Para estos jueces la ley ancestral es la que vale, para el Código Penal también. No tienen ni idea de lo que siglos y siglos de violencia ha hecho en el imaginario de las mujeres, para las que todo es intimidatorio si viene de un hombre con cara de arrogancia e ira. De eso, los jueces no saben. Y ya es hora de que lo sepan. Sólo teniendo legisladores y jueces con formación en perspectiva de género se podrá tener una justicia real y que nos incluya a todas.

Y los hombres en general deben empezar a entender, para romper el muro del machismo, tan bien construido desde hace milenios. Hace años se hizo muy popular entre los hombres progres y de izquierdas la frase "Ante una violación, ¡relájate y disfruta!"; obviamente, lo decían porque no tenían ni idea de lo que significa para nosotras. Espero que haya cada vez más hombres que no puedan ya aguantar esa frase.

Hay algo profundamente peligroso en sentencias como la de ´La Manada´, enseñan a las mujeres que es inútil denunciar porque no te creerán, enseñan a las mujeres que si no te resistes hasta ponerte en peligro, consentías, enseñan a que estamos absolutamente desprotegidas. Ante esto, las mujeres de todo tipo y condición estamos diciendo ¡Basta!

*Directora de la direcció insular d´Igualtat del Consell de Mallorca