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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Rajoy es turismófobo

No todas las fobias son malas, conviene tener miedo de determinadas serpientes. La sanísima turismofobia concreta el temor de que el evidente descontrol del fenómeno interrumpa la vida normal de los inevitables habitantes de los destinos turísticos, lo cual repercutirá en primer y principal lugar contra el bienestar de los visitantes. Hasta un hotelero sin mentalidad de ganadero puede entender los efectos benéficos del rechazo al exceso. Los sucesivos presidentes del Gobierno son mesetarios, y por tanto marcianos sobre la industria de los forasteros. Es una variante económica que les choca, si no les repugna. Todo lo cual viene a cuento de que M. Rajoy es un turismófobo de los pies a la cabeza.

La primera vez que estuve con el presidente del Gobierno fue en el Son Vida, la meca de la hostelería mallorquina antes de la destrucción de sus pistas de tenis. Rajoy era vicepresidente de Aznar. Descansaba en Palma, desde luego sin la familia que solo emplea en campaña electoral. Durante la interminable tarde de un sábado, no fue importunado por una sola llamada de teléfono ni aviso de los escoltas que velaban a respetable distancia. Desconoce el estrés. Pocos años después volví a encontrarme con el político gallego, ahora en el Arabella de la misma cadena y en el mismo enclave, aunque un peldaño por debajo en magnetismo mitológico. Ni siquiera hizo falta que le preguntara por las razones de su cambio de alojamiento. "Me gusta más el Son Vida pero, con tanto turista, se ha puesto a unos precios que no se puede aguantar".

Está claro que el comentario despectivo "con tanto turista" se engarza en la turismofobia que Rajoy acaba de venir a reprocharnos a Mallorca. Y eso que sus estancias de lujo en la isla eran pagadas por Bárcenas. Deberíamos preguntarnos por qué un gallego y un mallorquín comparten el grado de saturación, en que el viajero de vacaciones ha pasado de ser un vegetal insignificante a un carnívoro amenazante. Claro que a Escarrer le preocupará más que el presidente de su amado PP prefiriera establecimientos de la competencia.

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