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El gran atasco

El otro día, el compañero Víctor Conejo colgó en su muro de Facebook una imagen de la mítica película de Luigi Comencini, El gran atasco, que es un poco lo que viviremos en las carreteras de Mallorca en breve o, mejor dicho, que ya estamos viviendo y que ya hemos vivido. Con el tiempo, habrá que catalogar la figura del atasco como reclamo turístico. Una forma novedosa y, uy, original de quemar parte de la vida en la isla. Un buen atasco, además, no deja de ser una prueba que calibra la calidad de nuestros nervios y mide el nivel de paciencia. No hay que olvidar atascos célebres, como el del cuento Autopista del sur, de Julio Cortázar o Week- end, la película de Godard. Será muy recomendable mentalizarse, ponerse en modo ralentí y tratar de transformar la desesperación en gozo contemplativo. Caer en la cuenta de que un atasco puede ser el resumen de la vida, el concentrado de la existencia. Uno, como sucede en el cuento de Cortázar, puede enamorarse de la chica del Dauphine. Sufrir cuando ese Dauphine avanza y nos va dejando atrás, y volvernos a alegrar al comprobar que nuestro Simca va poniéndose a la altura del Dauphine, lo que nos permite reiniciar las negociaciones amorosas, ese flirteo on the road.

Esto es literatura y cinematografía. Sin embargo, habrá que acudir a las ficciones con el objetivo de ir soportando el horror. En fin, ser poetas en medio de la vulgaridad más atroz. En las situaciones límites es donde tenemos la oportunidad de dar el do de pecho, de ser creativos y no entregarnos al previsible claxonazo, a la jaculatoria que maldice a la madre que parió a la humanidad en su conjunto y demás reacciones del todo comprensibles. Seamos conscientes de un detalle: un buen atasco, de esos densos, pastosos y de exasperante lentitud, puede ser la oportunidad de nuestras vidas. Nos da para flirtear, incluso para sentir el cosquilleo del enamoramiento. Y si el atasco tiene visos de eternidad, incluso para entrar en una crisis de pareja atascada y en una posterior reconciliación. Dicen los psicólogos, hasta la náusea, que hay que ser creativos, sobre todo en la vida cotidiana. Pues ahí va una oportunidad para practicar la creatividad en los momentos más duros. Pero, claro está, para ello hay que tener algo de suerte y encontrar la mujer u hombre, no de nuestra vida, sino de nuestro atasco, que es como la vida misma.

Rastreando imágenes de memorables atascos en Youtube, he encontrado un trailer de la película de Comencini con fondo de Ti amo, ya saben, aquella canción de finales de la década de los 70 que cantaba con voz italianísima y rascada Umberto Tozzi. Porque un gran atasco puede ser el comienzo de algo hermoso. El amor puede estar ahí, si usted es un ser despierto y no un simple y vulgar obcecado. Mire a diestra y a siniestra y, tal vez, compartiendo atasco encuentre a la persona de su vida o, mejor dicho, de su atasco. A veces, esa persona se alejará unos metros, pero en otras ocasiones será usted quien se aleje y espere a que el amor de su atasco recupere los metros que la situarán de nuevo a su altura. Volverán las miradas, ésas que hagan saber al otro lo mucho que se le ha echado de menos durante esos cinco o diez minutos fatídicos. Y vuelta a empezar, deseando, por una vez en la vida y que no sirva de precedente, que el atasco sea de larga duración. Umberto Tozzi y su Ti amo no pueden fallar nunca.

Soy consciente de que, una vez inmersos en el temido atasco, no será nada fácil recordar o poner en práctica este artículo.

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