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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

'Deutschland über alles?'

La canción patriótica Deutschland über alles, escrita en 1841 por Hoffmann Fallersleben sobre una melodía de Haydn de 1797, es el himno nacional de Alemania desde 1922 y la República de Weimar. Aunque desde la reunificación sólo lo es la tercera estrofa, que comienza con la frase " Einigkeit und Recht und Freiheit" ("Unidad y justicia y libertad"). Hace alusión a la unificación de Alemania frente a los reinos conservadores alemanes y a la aspiración revolucionaria a una Alemania libre y regida por la ley y no sujeta al arbitrio de un monarca. Para nada a otros territorios de lengua alemana, como Austria y una parte de Suiza. Nada que pueda parangonarse con el sueño de los llamados Païssos Catalans invocado por el nacionalismo catalán en Cataluña, Valencia y Balears. Es pertinente quizá, hoy, a la vista de los últimos acontecimientos, la resolución de la Audiencia Territorial de Schleswig-Holstein sobre la Euroorden del juez Llarena, del Tribunal Supremo, de entrega a España del fugado Puigdemont y las declaraciones de la ministra de Justicia alemana Katarina Barley y otros dirigentes socialdemócratas alemanes, hablar sobre el papel de Alemania en la Unión Europea.

Las declaraciones de Barley publicadas por el Süddeutsche Zeitung: "La decisión de la A.T. de Schleswig- Holstein de descartar el procesamiento de Puigdemont por rebelión es absolutamente correcta", "Ahora Puigdemont está libre en un país libre", "Es muy cuestionable la acusación de malversación de fondos", son de una gravedad extraordinaria; básicamente por dos razones. La primera es que lo que caracteriza a un país libre es aquel en el que se respeta la división de poderes. Que la ministra de Justicia se pronuncie sobre una decisión aún no tomada como es el caso de la acusación de malversación, al tiempo que se felicita sobre una resolución lesiva para un país amigo y socio de la UE es algo inaudito y altamente desestabilizador. La forma indirecta de señalar a España como un país no libre, comparando su justicia, como hizo su correligionario Rolf Mützenich (otra muestra del desconcierto político de la socialdemocracia alemana, comparable con el del nacionalismo catalán), con la de Turquía, es especialmente ofensiva. De una forma que rezuma aires de superioridad en absoluto justificados por parte de una democracia como la alemana, donde es perseguible penalmente la simple opinión negacionista del Holocausto; en que el artículo 21.2 de su constitución, dice textualmente: "Los partidos que, según sus objetivos, o la conducta de sus afiliados, persiguen perjudicar el orden fundamental de las libertades democráticas o para abolir o poner en peligro la existencia de la República Federal de Alemania son contrarios a la Constitución". La segunda es que la UE es una unión de Estados, no de naciones ni regiones. Poner en peligro la integridad de uno de esos Estados es poner en peligro a la UE. Como dijo, esta vez acertadamente, el eurodiputado González Pons, sin Euroorden Schengen no tiene sentido. La resolución de la A.T. de Schleswig-Holstein comparando las movilizaciones y la violencia ciudadana para impedir una pista del aeropuerto de Frankfurt con la rebelión dirigida por el gobierno y el parlamento del Cataluña, partes integrantes del Estado español, es de una inconsistencia absoluta; su entrada en el fondo del asunto, inapropiada. Dice que la violencia no fue suficiente para tumbar al Estado. Elemental, ya no existiría el Estado. El Tribunal Supremo alemán ya prohibió la celebración de un referéndum independentista solicitado por el partido de Baviera, nacionalista. Cabe imaginarse la reacción del gobierno y del TS alemán si el gobierno de Baviera convocara un referéndum ilegal de independencia en el land más rico de Alemania.

La propaganda nacionalista pagada de nuestros bolsillos ha sido un éxito en Europa y en Alemania, para escarnio del gobierno del PP que, por su inacción frente al golpismo, aplicando tarde y mal el 155, ha depositado la patata caliente de defender la Constitución en manos de los jueces. Puigdemont ya no es Companys, Merkel, Hitler y Rajoy, Franco. La cobardía de Rajoy ha convertido al juez Llarena en el verdadero poder del Estado. La visión de parte de la opinión alemana apoyando la resolución de Schleswig-Holstein, es la de unos colectivos supremacistas, los del norte, los que con probada intransigencia quieren imponer sus puntos de vista al conjunto de la UE, despreciando las resoluciones de los tribunales españoles, tratándonos como una república bananera, donde no hay división de poderes y los jueces están a las órdenes de los políticos. Las declaraciones de la ministra Barley al ministro Catalá, asegurando que todo fue un malentendido, son de un cinismo intragable, que pretende disimular una clamorosa incapacidad para ejercer el cargo que ocupa en el gobierno alemán. Para los que amamos la cultura alemana, admiramos el idealismo alemán, para los que apoyamos al gobierno español cuando Felipe González apoyó la reunificación alemana mientras Francia e Inglaterra se oponían a ella, para los que admiramos a estadistas de la talla de Willy Brandt o Helmut Schmidt, o valoramos a una gobernante compasiva como Merkel, ha sido una gran decepción la soberbia despectiva con la que un tribunal, una ministra del gobierno y parte de la opinión pública (excepto algunas voces, como la de la Fundación Adenauer y la de Juergen Donges, asesor económico de varios cancilleres), han tratado a nuestro país. Hace falta algo más que la excusa de un malentendido. Un desagravio. Alemania no está por encima de todo.

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