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Camilo José Cela Conde

Lo del máster

Ahora que la universidad Rey Juan Carlos ha logrado llegar a la peor de las opciones de futuro que se le presentaron nada más que comenzaron a aparecer las sospechas acerca del máster cursado (¿) por la presidenta de la comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, quizá sea la hora de tentarse las carnes en el mundo académico. Porque quienes crean que el asunto sólo va de la infeliz concurrencia de un director de instituto avaricioso, de unos profesores sumisos y de un rector incompetente, se equivocan. De lo que en realidad va el episodio es del afloramiento de los males estructurales que padece la universidad española en su conjunto, unos males que se han denunciado mil y una vez pero sin que ninguna autoridad, ni política ni académica, haya intentado siquiera ponerle remedio.

De nuevo, la autonomía ha resultado nefasta. Basta con comparar la manera como se lograba antes y ahora una plaza de catedrático. Cuando los profesores tenían que ir a Madrid a opositar ante un tribunal compuesto por cinco miembros que se elegían por sorteo, las cosas estaban mal pero no tan decididamente mal como hoy, cuando son las universidades las que se lo guisan y se lo comen. El sistema actual supone la pleitesía más absoluta ante el cáncer que está terminando con la universidad española. No es otro que el de la endogamia, cruzada, eso sí, con la consagración del clientelismo (se trata del mismo fenómeno). Se pueden contar con los dedos de una mano las universidades que aprovecharon su autonomía para apostar por la excelencia que, aunque sólo sea por razones estadísticas, obliga a que quienes lleguen a las cátedras vengan de fuera. Es verdad que incluso en la universidad más clientelar y endogámica que haya „no me estoy refiriendo a ninguna en concreto, porque la pauta es general„ existen departamentos que intentan mantener un mínimo de dignidad a la hora de contratar nuevos profesores. Pero se trata de casos excepcionales. Lo común es que quien ostenta el poder, del rector al jefe del departamento, maniobre para apuntalar su reino de taifas.

Y así nos va. Añorando los tiempos pasados: esos mismos en los que nos rebelábamos porque no nos gustaba la universidad como era. Angelitos? No nos dimos cuenta de que, si se crean cauces de descentralización sin apuntalar antes una cultura adecuada acerca de lo que tiene que ser un centro universitario, se está hundiendo todo el sistema. ¿De verdad hay alguien que se crea que lo de la Rey Juan Carlos es algo por completo excepcional? Poniendo en cuarentena este caso no se resuelve nada porque sigue en pie el problema de fondo. Que cada universidad haga público dónde han hecho sus estudios los profesores que se han incorporado a ella en los últimos veinte años. De paso, que nos digan también cada facultad, escuela y departamento cuántos miembros de los tribunales de contratación se han traído desde fuera. Tampoco es tan difícil el diagnóstico.

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