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Joaquín Rábago

360 grados

Joaquín Rábago

Puigdemont, estrella europea con ayuda de Rajoy

a inacción de Rajoy, su falta de valentía política y de imaginación, han convertido a un hasta hace poco oscuro político de provincias en una estrella europea. En Berlín, donde escribo estas líneas, todo el mundo que conozco está familiarizado con el nombre de Carles Puigdemont, y pregunta qué sucede con Cataluña que tantos de sus políticos están huidos o en la cárcel.

Resulta difícil explicarle a un alemán el problema catalán, lo que tiene en parte de intento de una casta política de tapar su propia corrupción y sus vergüenzas recurriendo a la mentira de una Cataluña continuamente menospreciada y humillada. De una Cataluña castigada por el franquismo como si todos los catalanes hubieran sido en su día antifranquistas y el resto de los españoles no hubieran sufrido la represión de aquel régimen.

Resulta también difícil explicarle a un alemán que en Cataluña se enseña en catalán en las escuelas, y que es ahora por el contrario el castellano el que sufre absurda discriminación en muchos lugares como si no fuera, además de universal, la lengua oficial del Estado. Una región pequeña siempre despierta fuera simpatías: muchos parece ver en el conflicto catalán la lucha valiente de un pueblo heroico frente a una España cuyos políticos no han conseguido salir todavía de la sombra de Franco.

Es la versión que se ha preocupado de difundir el independentismo por el mundo gracias a una extensa red de contactos, y que el Gobierno del PP, más preocupado de ocultar sus propios escándalos de corrupción que de otras cosas, no ha sabido contrarrestar a tiempo. Y así tenemos ahora a Puigdemont ocupando las primeras páginas y los editoriales de los principales diarios europeos, que no aciertan a entender cómo se ha dejado pudrir hasta ese punto el problema catalán.

La preocupación es tal que incluso un periódico conservador de tanto prestigio como el suizo Neue Zürcher Zeitung (NZZ) le dedicaba este fin de semana un su edición internacional un comentario de portada a cuatro columnas firmado por su director, Eric Gujer. "La Unión Europea utiliza dos varas de medir", rezaba el titular. El editorialista criticaba el hecho de que la UE tratase la crisis catalana como un asunto interno español mientras interviene "descaradamente" en Polonia por su reforma judicial.

"En Alemania ha estado en la cárcel un hombre que seguirá ocupando a Europa por algún tiempo. Se puede considerar a Puigdemont un héroe de la libertad, una víctima de la justicia española o un insurrecto. Pero se trata de un caso político que habrá que resolver políticamente y no mediante los jueces". Para el diario suizo, no es sólo el presidente del Gobierno español quien "se ha escaqueado" sino que también lo han hecho el resto de los Estados de la UE, Alemania incluida, y la propia Comisión.

Todos ellos, añade el editorialista, "miraron para otro lado" en lugar de enfrentarse a la "calamidad catalana" y todos ven en la "persecución y encarcelamiento de miembros del Gobierno regional suspendido un asunto exclusivamente español". "La UE se presenta como una unión de nuevo tipo en la cual tienen derechos inmediatos todos los ciudadanos (es decir también los catalanes), pero ante la crisis española actúa como una clásica confederación, que tan sólo defiende los derechos de los Estados miembros".

El director del 'NZZ' critica de paso la actitud de la UE en relación con la Europa del este: reconoce que el enriquecimiento de las elites y la delincuencia organizada presentan allí un "gravísimo problema". Sin embargo, se pregunta por qué se amenaza con sancionar sólo a esos países con retirarles o recortarles las subvenciones mientras a nadie parece interesarle que en la Italia meridional muchos proyectos financiados con dinero de la UE ni siquiera se acaben.

En la UE no todos los países son iguales, sino que como en la granja animal de George Orwell hay unos "más iguales que otros". Es el caso, por ejemplo, de Francia, que, como recuerda el NZZ, pudo durante años saltarse a la torera los criterios de Maastricht sin que nadie la sancionara.

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