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La desaparición de Artur

Artur Mas se vio como primer presidente de la República Catalana y no se le ha borrado de la mente

Lunes

La semana pasada murió Magdalena Ballester. Tenía 68 años. Había enviudado hace veintidós. Su marido sólo tenía 50 cuando murió, pero su rostro reflejaba todas las edades de la isla. Era poeta. Para mí, el mejor poeta mallorquín de la segunda mitad del siglo XX. Que lo crea depende de un libro que leí siendo muy joven: Cinc minuts amb tu. Nunca me ha cansado al releerlo y sigo pensando que es el mejor poemario amoroso escrito en Mallorca en aquella época. La mujer que lo protagoniza, el agente provocador de sus poemas era Magdalena Ballester. Es Magdalena Ballester. Será Magdalena Ballester. La mujer que estuvo junto al poeta Damià Huguet hasta el final y ahora de nuevo ya para siempre.

Miércoles

En el territorio de lo público la mentira no sólo no es pecado sino que es virtud. Saber manejar la mentira garantiza la supervivencia y la verdad es un estorbo que sólo se acepta cuando es inevitable. Es una desgracia que así sea pero así es. Por eso la Mástercomedia o comedia en tres actos del máster de la presidenta de Madrid es una representación impecable de la institucionalización de la mentira en política. En este caso -como en los casos de tesis doctorales falsificadas o plagiadas- para hacer méritos ante los demás: vanidades de clase media. Algo que suele ir acompañado de la convicción de impunidad. Cuando uno ve y oye a los actores de la comedia -presidenta, rector, profesores y profesoras€- le recorre la sensación -injusta o no, acertada o no- de que todos mienten en mayor o menor grado. Pero junto a ella se visibiliza la sensación de perplejidad -de la perplejidad de los actores de la Mástercomedia- en el convencimiento de que nunca pensaron que podrían encontrarse en una situación así. Ya saben: algo así como aquello de que los cargos electos no pueden ser detenidos (creen ellos). El elenco se deteriora a medida que avanza la obra. Una se ha ido afilando hasta alcanzar perfiles de bruja de cuento; otro ha pasado de la chulería -´no me diga que me acuerde porque yo he examinado a más de veinticinco mil€´- al escaqueo mudo; el de más allá esgrime, grave, la defensa de la ética como escudo y se ve a la legua que le viene grande; el otro calla porque ya habló demasiado antes y dice que le obligaron; y otras se han puesto a cantar cuando han visto que la cosa va en serio€ En fin, que la carnicería entre ellos está en marcha y todos citan -como quien empuña una carabina- a los tribunales de justicia, ese boomerang que puede impactarles en la cara.

Mientras tanto los diplomáticos internacionales son expulsados de su lugar de destino por decenas y en autocares. De Londres y Washington los rusos; de Moscú, los británicos y norteamericanos. Los chinos se frotan las manos. Gran crisis en la Sociedad de Naciones habríamos leído en los periódicos hace un siglo. Pero no, aquí estamos entre la Mástercomedia y Masterchef mientras Puigdemont continúa tocando las maracas.

Viernes

He de confesar que Artur Mas es, del Procés, mi personaje preferido: un falsificador de su propia realidad y encima enamorado de sí mismo. Artur Mas, el astuto, no decepciona. Por ejemplo, después de declarar ante el juez y salirse de rositas, nos planteamos una relación de serios dilemas científicos: ¿dónde está Artur Mas? ¿Dónde se esconde? Y lo que es más importante: ¿qué cantó el rey Artur para salir libre como un pájaro? ¿A cuántos traicionó el President? ¿Sobre quiénes hizo recaer las culpas del mal cuyo mayor responsable -en activo- es él?

Hubo un momento en que Artur Mas se vio como primer presidente de la República Catalana y ese momento no se le ha borrado de la mente. Hinchóse como un urogallo: el poder es vicioso y una vez se prueba pocos lo abandonan. El poder supremo más aún y en esa imaginaria república recién inaugurada lo sería. Supremo, vitalicio y con los hijos de embajadores por ahí, qué gran orgullo. Sí, él está inhabilitado pero esto da igual: lo ha condenado la justicia de una nación en la que Mas -pese a haber prosperado en ella- no cree. No cree ahora; su falta de fe es reciente y es que uno de los enemigos de la fe es el oportunismo.

Pensó que su sustituto sería efímero. Que su cabeza solicitada por los cuperos sólo representaba un trámite, tan engorroso como efímero. Él volvería a La Generalitat y Puigdemont a Girona, que es su sitio, caramba. Todo lo más se le concedería una conselleria por los servicios prestados manteniendo caliente el sillón presidencial. La noche de su toma de posesión -lo escribí en estas páginas- Artur Mas no sabía qué hacer con las manos, el flequillo y la rígida mandíbula para demostrar que el jefe seguía siendo él y el otro un advenedizo. Tiempo al tiempo: como McArthur -no hay azar en los nombres, sí en los hechos- regresaría. Pero las cosas no le están saliendo bien. Se equivocó en la elección de delfín y esa elección le ha salido respondona también a él (no sólo a España). De Bélgica a Finlandia y luego a Alemania dando la murga y Artur desaparecido. Pero en Germania, Mas respiró: quizá los alemanes se quedarían con el díscolo -ya encerrado- y le aconsejó públicamente que desistiera en bien de la nación.

Se equivocaba: no desistirá. La salida de la cárcel de Puigdemont le ha supuesto a Artur Mas un nuevo disgusto y con la certeza de estar cada vez más lejos del trono, no tiene ni biografía para escribir unas Memorias y vendérselas a Planeta. Y si lo hiciera, tan gris e impostado todo, no las compraría nadie.

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