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Jose Jaume

Desde el siglo XX

José Jaume

Cifuentes arruina la autopropaganda del PP

a desvergüenza con la que se desenvuelve la presidenta de la Comunidad de Madrid, avalada por la dirección nacional del PP (atender a lo dicho por Javier Maroto ayer en la Ser era asistir a una lección de refinado cinismo), no es suficiente para desviar la atención de lo primordial: Cristina Cifuentes ha arruinado la convención que el partido todavía hegemónico de la derecha española inaugura hoy en Sevilla. El acto de autopropaganda preparado por el PP para ofrecer a los españoles la sedicente idea de que sigue siendo lo que fue ha naufragado en el máster fraudulento que la Universidad Rey Juan Carlos ha regalado a Cifuentes, quien ha emulado con notable pericia previas exhibiciones protagonizadas, entre otros, por su predecesor, Ignacio González, o las de Esperanza Aguirre y hasta Francisco Granados, todos impolutos servidores públicos.

Cifuentes no quiere dimitir y Ciudadanos no la forzará a hacerlo. El partido de Rivera acepta el riesgo de aparecer con nitidez como lo que es: el complemento del PP allí donde se le requiere para que lo sea, ser percibido como un partido de derechas, muy de derechas, hasta el punto de tolerar la continuidad de Cifuentes, que ha pasado a engrosar la nutrida lista de dirigentes del PP abrasados, al colegir que los réditos electorales son superiores a las pérdidas que les pueda causar mantener a quien se ha hecho plenamente acreedora a la repulsa pública. Ciudadanos aventa el fantasma de Podemos para no respaldar la moción de censura del socialista Gabilondo, uno de los políticos más serios y honestos que hoy pueda hallarse en España. No descartemos que Rivera acierte en el cálculo; a cambio, sus proclamas a favor de la regeneración y la decencia públicas hacen aguas visiblemente.

Lo trascendente es lo que ocupa ahora el PP de Mariano Rajoy; a M. Rajoy le han emborronado el festival sevillano. No es que los espectáculos de cartón piedra a los que tan proclives son los del PP para hacer ver que tienen y debaten ideas convenzan a nadie que no esté previamente archiconvencido de las bondades del partido de la derecha, que siguen siendo millones, aunque menguan con prisas y sin pausas, y donde Ciudadanos tiene depositadas sus más caras esperanzas, pero al menos lo de Sevilla debía ser un lujoso y bien surtido escaparate en el que camuflar la inacción e indigencia que cadaveriza al PP.

No va a ser posible, a pesar del concurso que le prestará TVE, a la que hay que otorgar un nivel de sectarismo semejante al de TV3, que ha escapado gracias al PSOE del control reclamado por García Albiol, el hombre que ha dejado al PP catalán en la frontera del extraparlamentarismo. Sevilla no va a poder zafarse del embrujo destilado por Cifuentes. En Sevilla no se exorcizará a los demonios que afligen al PP. Con Cifuentes han vuelto a un primer plano que, de hecho, nunca han abandonado.

De paso, la presidenta de Madrid ha dejado a los pies de los caballos la decencia de la universidad pública. Es sorprendente lo que día a día se hace más evidente: la degradación a la que se llegó en la Rey Juan Carlos, la universidad en la que el PP pone sus complacencias, en la que ilustres apellidos de la derecha española imparten y reciben clases, cursan másters y celebran sus logros. Todo eso ha saltado por los aires. Cifuentes ha endosado a la Rey Juan Carlos la responsabilidad por lo sucedido. La convención hispalense debería abrir un hueco para plantear qué hacer con esa universidad. Cómo rescatarla del fango.

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