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Soy y sombra

Aniversario de otra Pasión

El secuestro y asesinato de Aldo Moro como un principio del fin

El agónico secuestro de Aldo Moro marcó uno de los períodos políticos más convulsos de la historia de Italia. Como escribió el siciliano Giorgio Vasta en El tiempo material, Moro debía morir cada día pero no moría nunca, era mantenido con vida por las palabras, por las negociaciones. Por la respiración de Andreotti y por la de Fanfani, por la de Craxi y la de Zaccagnini, como cuando se juega con una pompa de jabón y se la mantiene en el aire dirigiéndola desde abajo con soplidos, dándole nueva fuerza si planea peligrosamente, apartándola de un canto y al tiempo, con el soplido, deformándola. Al democristiano Moro, primer ministro de Italia en dos etapas, en las décadas de los sesenta y los setenta, lo secuestraron en 1978 las Brigadas Rojas y, tras dos meses de cautiverio, su cadáver fue hallado en el maletero de un coche en pleno centro de Roma.

El 9 de mayo se cumplirán cuarenta años. En realidad, Moro fue considerado hombre muerto desde el primer día. Cossiga, que había permitido su demolición personal, se convertiría en presidente de la República a propuesta de la Democracia Cristiana, con el asentimiento de los comunistas. Algunos miserables presentaron como un guión del secuestro las analogías que guarda con la novela Todo modo, de Sciascia, publicada en 1974 y llevada al cine por Petri dos años más tarde. La profecía de la ficción que anticipó la realidad, o la realidad como una especie de proyección de las cosas imaginadas, que dijo Sciascia, no sirvieron, en cualquier caso, para arrojar luz sobre el misterio y la "Pasión" de Moro, que había llegado a ver el peligro en la inestable fragilidad del poder. Son fechas para traerlo a colación.

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