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Jose Jaume

Desde el siglo XX

José Jaume

Un cura 'trabucaire' en el Valle de los Caídos

antiago Cantera Montenegro, benedictino que ejerce de prior de la llamada basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, construida con trabajo esclavo por la dictadura en los años posteriores a la Guerra de España e inaugurada por el general Franco, que detentaba la jefatura del Estado vitaliciamente, en 1959, es fraile trabucaire, de armas tomar, levantisco cuando atisba amenazados los intereses de su basílica, porque es suya, de sus hermanos en Cristo, dispuesto a batallar para impedir que en ella entre el poder terrenal aún habiéndolo dispuesto un juez. Santiago Cantera es celoso guardián de la tumba de Franco, al que dedica misas en sufragio de su alma, a la que desea el descanso eterno en la paz del Señor.

El prior tiene, además, en el recinto que cuida con tanto esmero, a miles de españoles, que, sin contar con sus últimas voluntades, al contrario que la del general invicto, ni mucho menos las de sus allegados, allí yacen, tutelados por quien ordenó, junto a otros conmilitones del golpe de Estado, asesinarlos. Algunos de ellos están identificados dándose el caso de que sus descendientes directos quieren exhumarlos para que descansen en paz, ahora de verdad, acompañados de los suyos, no del tirano que se codea con los mayores genocidas del siglo XX: Hitler, Stalin, Mao, Pol Pot, Pinochet, Videla, una ominosa e inacabable nómina.

Santiago Cantera, prior y no abad mitrado, su frustrada ambición, abortada por los monjes, con la que deseaba culminar la carrera eclesiástica iniciada a los 30 años, es además autor de numerosos libros. De su fecunda mente han nacido títulos tan esclarecedores como los que siguen: Angeles y demonios, criaturas espirituales; La crisis de Occidente; Así iban a la muerte, que en nada desmerece a la celebrada película El Alcázar no se rinde, éxito clamoroso de crítica y público en la España de la posguerra, y hasta 14 más; Cantera, nacido en 1972, es un franquista sobrevenido. No conoció la dictadura, pero alberga el pálpito de que fue el sistema político perfecto en el que la Iglesia, su iglesia, se desarrollara en plenitud. Doctor en Geografía e Historia por la Universidad Complutense de Madrid, tiene a bien, en muchas de las homilias que regala a los fieles que acuden a la basílica a destilar lo que sienten hacia quienes reclaman la devolución de los restos de sus parientes, expresar su viril oposición a los que claman por, al menos, reconvertir el pétro y desasosegante recuerdo nazi-fascista de la victoria de los sublevados, ensalzar la figura de Franco ante su tumba, refrescar la memoria, no la histórica de la que abomina, sino la de su testamento, monumento escrito al cinismo y la hipocresía, pidiendo perdón a los que nunca quiso ofender, porque solo tuvo como enemigos a los de España. Las decenas de miles de fusilados desde el uno de abril de 1939 y hasta iniciada la década de los años 50 no cuentan.

A ese fraile, que nació en época equivocada para dar rienda suelta sus afanes, porque de haber venido al mundo 60 años antes los hubiera colmado cumplidamente, nadie le torcerá el brazo, al tiempo que se resarce de la jugarreta con la que le obsequió el destino: se ríe del Senado (no vale la pena tomárselo muy en serio), no hace ni caso de las sentencias judiciales y afirma, con descaro, que los cuerpos de los republicanos que custodia seguirán donde están, porque no hay que turbar el descanso de los muertos, de los otros, los que, según el fraile, serían violentados si hay exhumaciones.

Es Santiago Cantera, prior del Valle de los Caídos, al que el Vaticano no tiene a bien llamar al orden.

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