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Joaquín Rábago

360 grados

Joaquín Rábago

Proteccionismo ´Made in USA´

Preocupa más que a nadie a la poderosa industria alemana el proteccionismo que desde que llegó a la Casa Blanca impulsa con obstinada determinación Donald Trump. Disciplinada en los años de posguerra por EE UU en la economía de mercado, Alemania ha logrado convertirse en la tercera mayor potencia exportadora mundial, sólo por detrás de China y EE UU.

De ahí que la guerra comercial que parece dispuesto a librar Trump con su última decisión de aplicar elevados aranceles al acero y al aluminio inquiete sobremanera a sectores tan poderosos como el del automóvil. Baste decir que uno de cada cuatro coches que fabrica la Volkswagen va al mercado estadounidense, por lo que su aplicación obligará a subir el precio de sus modelos y repercutirá inevitablemente en las ventas en aquel país.

Uno de cada cuatro puestos de trabajo en Alemania depende del sector exportador: tanto la industria automovilística como la químico-farmacéutica y la de construcción de maquinaria. De poco sirvió, en vista de lo ocurrido, que en el último Foro Económico Mundial de Davos, algunos empresarios alemanes se dedicasen vergonzosamente a halagar la le vanidad del presidente republicano contándole sus proyectos de creación de empleo en EE UU.

Trump parece dispuesto una vez más a ponerse el mundo por montera sin pensar demasiado en las consecuencias que sus irreflexivas decisiones pueden tener para amigos o aliados como los europeos. Es significativo además que Trump haya dado ese paso en el momento en que intenta renegociar el tratado de libre comercio de América del Norte con sus dos vecinos, a los que pretende eximir de esos aranceles, al menos de momento porque Trump es siempre impredecible.

No es con todo la primera vez que EE UU trata de protegerse de la competencia exterior a base de aranceles: ya lo hizo George W. Bush en 2002 también con el acero aunque los eliminó casi dos años más tarde, consciente del daño que hacían a su país. Y también, años más tarde, el demócrata Obama, que gravó con un 35% las importaciones de neumáticos de la República Popular China, país que parece haber sustituido mientras tanto a EE UU, al menos verbalmente, en adalid del libre comercio. Y hay que decir en el caso de China "verbalmente" porque en la práctica, el país asiático sigue poniendo numerosas trabas al acceso a sus mercados.

A su vez, los europeos, con el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, a la cabeza, no parecen dispuestos a dejarse achantar por Trump y amenazan a su vez a EE UU con represalias comerciales. La lista de productos que la UE quiere gravar con aranceles extraordinarios incluye pantalones vaqueros, whisky, motocicletas, como la famosa Harley-Davidson, o maíz, del que EE UU es también un gran exportador.

Al margen de la decisión que adopte finalmente Bruselas, a uno se le ocurren numerosos productos made in USA que podríamos boicotear como protesta los ciudadanos europeos. Productos que van desde cosméticos hasta ese instrumento de penetración cultural que es el cine de Hollywood, pasando por ordenadores, teléfonos portátiles, tabaco, bebidas, o incluso empresas de comercio electrónico como Amazon.

¿Qué sería, por otro lado, de EEUU sin el enorme aflujo de talento de todo el mundo, atraído por sus ricas y carísimas universidades, y que explica el gran número de premios Nobel que no han nacido, sin embargo, allí? Pero ¿puede un ignorante ególatra como Trump comprender esas cosas?

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