Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Figuraciones mías

Algunos hombres buenos

Mi abuela era una mujer más bien introvertida, práctica, poco amiga de dar consejos. Solo me llamó a capítulo una vez. Tendría yo unos catorce años y estaba tan enamorada de mi primer novio que dejé de atender a los estudios. Esa evaluación mis notas fueron un desastre. Una tarde, mi abuela me dijo: "Escúchame bien. Entiendo lo que te pasa, pero lo más importante ahora es estudiar. Deseo para ti que nunca tengas que depender económicamente de un hombre, que no tengas que esperar a que esté de buen humor para pedirle dinero para esto o aquello. Ahora, céntrate".

Mi abuela sabía bien de lo que hablaba. Era una gran lectora, intelectualmente muy inquieta, pero -como ella decía- "Aprendí a sumar y restar, pero cuando tocaba la lección de la multiplicación me sacaron del colegio". Eran muchos hermanos y había que trabajar.

Estuve pensando mucho en ella durante la jornada del pasado 8 de marzo, cuando las mujeres de esté país salieron masivamente a la calle ante la estupefacción de la mayoría de los hombres, que para nada podían suponer que estábamos tan hartas. Hartas de las cifras de maltrato, hartas de los asesinatos en el ámbito doméstico, de los escasos recursos destinados a erradicar la violencia machista, hartas de la brecha salarial, hartas de las dificultades para conciliar, de la presión sobre nuestra apariencia física, de la publicidad sexista, de los inconvenientes laborales derivados de la maternidad, de nuestra mínima presencia dondequiera que se toman decisiones, de una concepción masculina de la sociedad y la vida.

Y aun así, pensé en mi abuela, que nunca pudo tener una cuenta bancaria a su nombre, que necesitaba de la firma de mi abuelo para viajar, que a pesar de su tormentosa relación conyugal no pudo ni plantearse siquiera una separación, que no pudo estudiar, que se dedicó a su casa y a su familia sin un 'gracias' o un 'por favor', que tantas veces tuvo que callar, y hube de admitir cuánto ha cambiado este país en apenas dos generaciones, las que median entre la suya y la mía.

También por eso merecía salir a la calle, para recordar. Y eso es lo que muchas hicimos ese día: recordar y agradecer. También a los hombres que, durante todos estos años, nos han acompañado, que han considerado la causa feminista como propia. Fueron muchos los que, el pasado jueves, tras el primer momento de asombro, se apresuraron a mostrar explícitamente su apoyo. Que tantos hombres entendieran que el feminismo es una causa justa que pretende un reenfoque social, una nueva mirada a nuestro modelo de convivencia, es una bendición.

Obviamente, también leí en la redes los esperados comentarios de hombres cuya estructura mental es invariable. Pero, aunque ruidosos y activos, eran una minoría estrepitosa. Por ello, quiero felicitar a las pioneras, a las que comenzaron esta lucha, a las que se autodefinieron como feministas cuando esa palabra era, para la mayoría, sinónimo de frígida, fea y amargada. Mi enhorabuena a las mujeres que, durante años, han estado preparando esta movilización. Mi enhorabuena a las mujeres que salieron a manifestarse en cada pueblo y ciudad, a las que hicieron huelga y a las que no pudieron hacerla, ahogadas por sus obligaciones. Y mi más sincera felicitación a los hombres que nos acompañaron durante la larga jornada del 8 de marzo, que hicieron suyas nuestras reivindicaciones, pero con una convicción profunda, no de boquilla. Porque también hubo hombres que se hicieron feministas súbitamente y solo por unas horas, como Mariano Rajoy, que hace unas semanas afirmó que la brecha salarial no era un asunto que atañera al gobierno y el día 8 se presentó con un lazo morado en la solapa. Y tan tranquilo.

Esos feministas de pacotilla parecen no haber advertido que cada mujer que salió a la calle sembró una semilla que contiene una nueva sociedad, que la movilización no terminó el 9 de marzo y que esto es solo el principio. Para los políticos, los periodistas o los jueces ha sido un sonoro toque de atención y para las mujeres, la constatación de la importancia de estar unidas y despiertas. Se acercan malos tiempos para maltratadores y machitos, para acosadores y misóginos, porque nada volverá a ser como antes.

Compartir el artículo

stats