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Memoria de una mujer

En verano de 1906 Emilia Pardo Bazán se instaló por fin en el estudio de su nueva casa de verano en Galicia; doce años habían tardado en acabarse las obras, cuya planta diseñó ella misma. El espectacular resultado se ajustaba al perfil de su dueña, la novelista más conocida del país, maestra en el género del relato, prolífica articulista en diversos medios de comunicación, ensayista y dramaturga. Era reconocida en Europa y en la América de habla hispana, gran amante de los viajes por España y el extranjero, y llevaba, además, una intensa vida social. Pardo Bazán, como mujer de letras, diseñó una casa de artista a su medida, de estética medievalizante muy propia de la época, en la que, asimismo, no olvidó levantar una capilla y disponer su propio sepulcro. La antigua casa de veraneo familiar, mucho más humilde, la Granja, quedó en principio dedicada a dependencias para el servicio y las labores agrícolas. Cerca, entre los jardines, se erguía el nuevo y espléndido edificio, adornado con tres torres. En una carta Emilia comentó, orgullosa: "Va la casa construida con una resistencia para fundar sobre ella cinco torres más; lleva una cimentación como para resistir la torre de Babel; en fin, a lo poco que yo entiendo y a lo que dice la mucha gente que viene a verla, está para desafiar los siglos". Ella siempre la llamó las Torres de Meirás.

Donde la escritora se esmeró especialmente fue en lo que llamaba su "celda", su estudio, que situó en el piso más alto de la torre de Levante, la más alta. La ventana central del piso principal y el balcón del último piso, abierto al paisaje de las Mariñas coruñesas, eran un homenaje a las artes en general y a la literatura en particular. Los capiteles, también diseñados por ella, representan a las musas y a distintos personajes literarios, mitológicos o históricos (Casandra, santa Catalina de Alejandría, Atenea, Homero, Dante?); dejó sitio para los títulos de algunas de sus obras, así como para dos lemas muy importantes en su carrera: en el ventanal, "Contra viento y marea"; en el balcón de las musas, "De bello luce". En aquella celda trabajaba Pardo Bazán varias horas cada día. Su casa, su sueño hecho realidad, a veces la sorprendía hasta a ella misma; un día, visitando a unos amigos de la zona, vio reflejada en un espejo una imagen insólita y bellísima: recortado sobre un oscuro fondo de árboles y un cielo gris, "un edificio me pareció fantástico: tenía la elegancia de los que se ven en las tablas antiguas, y su blancura lo destacaba como arquitectura de ensueño: torres, almenas, ventanas misteriosas. Era mi propia vivienda, que vista así adquiría magia".

La escritora murió en 1921 en Madrid, y allí sigue enterrada. En 1938, en plena guerra civil, una iniciativa privada coruñesa autodenominada Junta del Pazo del Caudillo decidió comprar con financiación más que turbia las Torres de Meirás y regalárselas al general Franco. De un plumazo, igual que por entonces desaparecieron tantas cosas, a la casa se le borró el nombre; luego se haría lo mismo con la memoria de Emilia Pardo Bazán. Para la opinión general, tristemente, aún no se ha recuperado.

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