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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

La UIB, con el pene de Barceló

El periodismo llama la atención, el arte fija la atención. El artista no entrega una obra, cede una interpretación. Miquel Barceló ha vuelto a lograrlo en nuestro corral, al endosarle a la Universitat un pene en plena eyaculación como logotipo de la conmemoración del cuadragésimo aniversario de la institución. No es un diseño falocrático, sino falocrítico. Las proporciones del instrumento no merecerían una reseña en internet, la meca de la pornografía. Mientras todos los humanos iletrados advierten el contorno y entorno del miembro viril, la vicerrectora Joana Maria Seguí se refugia en floridas metáforas sobre "aflorar a la superficie la riqueza", una expresión tan delicuescente que ilumina en sí misma la superioridad innata de los catedráticos.

Sería curioso conocer la puntuación que los profesores artísticos de la UIB asignarían a un pene que se han tenido que tragar sin rechistar, ahí está el poder de Barceló. Su eyaculación es un manifiesto que compite en potencia ideológica con las fotografías de presos políticos de Sierra. De hecho, la sola similitud fisionómica con el órgano reproductor es suficiente para que el Gobierno del Tribunal Supremo castigue al autor y degustadores con una condena ejemplar, por injurias a los Jefes de Estado y enaltecimiento del terrorismo.

Un ser humano que haya contemplado siquiera por unos segundos el ejaculator de Barceló, puede reproducirlo sin descontarse en un solo vello púbico. En esta fidelidad radica el magnetismo semiótico de un garabato que se afianza en la mente con los garfios del swoosh de Nike. Para un artista, el falo es un órgano más, equivalente al hígado. Admitamos que en la gran pintura abundan más los genitales que las vísceras hepáticas, si descontamos a Gorky. El rectorado hubiera preferido colocar el cuarenta aniversario de la UIB bajo la advocación de un bazo o páncreas, secciones anatómicas idóneas para una universidad que coloca el súmmum de la excelencia intelectual en un tenista. Sin embargo, la opción de Barceló es simbólicamente más resolutiva. Dices pene, y lo has dicho todo.

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