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Marga Vives

Por cuenta propia

Marga Vives

Palabras como balas

ernando Lázaro Carreter, que fue director de la RAE, decía que "la lengua es un instrumento esencial de la democracia". Él, a quien se le daba estupendamente afilar el léxico, dijo también que el taco, el improperio, "no resulta abominable cuando entra como un estoque en la charla, oportuno y en su sitio", pero que "quien habla o escribe mal, piensa mal, poco o nada".

En 2012 la Fundéu recogía un artículo según el cual en España se es malhablado por naturaleza desde, por lo menos, la Edad Media. En la historia reciente el insulto se ha vuelto a despojar de eufemismos a medida que se conquistaban derechos y para muchos lingüistas esto no es ninguna degradación del habla porque, nos guste o no, necesitamos algún artefacto retórico para expresar nuestra aspereza. Lo malo sucede cuando se abusa del lenguaje y esa agresividad se transmite a la vida cotidiana, según apunta el catedrático de la Universitat de Barcelona Emili Boix, pero hay que presuponer que el interlocutor es sabio y tiene sentido común como para discernir los límites de lo razonable. Casi todos reprobamos, por ejemplo, los ataques sexistas, homófobos o racistas, incluso cuando estos se reducen al ámbito de lo dicho, recitado, tuiteado, esculpido o cincelado, a pesar de que no podemos evitar que haya quienes piensen de manera intolerante (e intolerable, incluso).

En esa dirección avanzamos hoy, con nuestro infinito acceso a todas las versiones de los hechos, los puntos de vista, los matices y las contradicciones. No tiene absolutamente ningún sentido volver a las prohibiciones del pasado. No lo tiene porque a su sombra se agazapó el terror y contra ellas se han construido las libertades de hoy, pero también porque la moral única que se quiso infundir a esa sociedad poco conectada no funcionará ahora que cada cual a duras penas alumbra una idea sin que se enteren los demás y que la realidad admite tantísimos matices. Hoy decimos en voz alta que toleramos las banderas en los balcones o las insignias en el pecho para que cada uno pueda gritar a los cuatro vientos lo que piensa. Apoyamos que el arte, la literatura, la música o los medios de comunicación sean vehículo de todas las sensibilidades posibles, aún en aquellos casos en que resulten incómodas, por ñoñas, por vehementes o porque nos contradicen, y por lo tanto asumimos implícitamente que siempre habrá quienes disientan.

Por esto no se comprende que se aplique puño de hierro sobre la palabra; el alcance de las últimas decisiones judiciales en España ha generado dudas incluso en el propio entorno de la judicatura y contribuye a visibilizar expresiones que de no haber sido penalizadas no habrían merecido tanto protagonismo social. En Dinamarca la experiencia ha demostrado que en doce años las sentencias de cárcel o las multas no han impedido que artistas, poetas, líderes religiosos o "tronistas" de la red sigan opinando públicamente lo mismo por lo que fueron sancionados. Si lo que se pretendía era disuadirlos de hacerlo, está claro que no lo han conseguido, lo que no quita que exista inquietud por el discurso del odio, que puede calar sobre la convivencia tanto como las decisiones judiciales lo hacen sobre la libertad de expresión. Luego está el universo de las "leyes mordaza", que va más allá de lo evidente. Hay prácticas como el bloqueo y filtrado de información por razones de seguridad nacional o lucha antiterrorista que, según un informe de la Unesco, utilizan algunos gobiernos del mundo para repeler la reacción ciudadana contra algunas de sus políticas. Este estudio, de hace cuatro años, concluía que las medidas de control de la libre expresión han aumentado en número y sofisticación durante la última década.

? Cualquier ley que ponga fronteras a nuestro pensamiento nunca será más imparcial que las posturas que pretende silenciar. A mí me gusta la idea de que el único límite a mi libertad de opinión lo pone el respeto hacia el otro. En realidad es un criterio tan subjetivo como la propia expresión artística, ideológica o de pensamiento, pero nos pone a prueba y nos obliga a demostrar que sabemos usar nuestra madurez para tolerar la discrepancia. Dicho esto, también me parece frustrante que la rima fácil y la violencia verbal se hayan tenido que convertir en lema de este tipo de derechos. Las libertades son propiedad de todos y han costado mucha más valentía que aquella de la que algunos alardean. Hay que dejar que las palabras vuelen solas, sí, aunque algunas veces son dardos y otras son balas, y no todo el mundo sabe cuándo y cómo dispararlas a bocajarro.

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