El próximo domingo hay elecciones generales en Italia, un país desgarrado por la corrupción y el populismo, en que todas las opciones son malas. El presidente de la Comisión Europea, Juncker, ya ha declarado que Bruselas se prepara para un gobierno "no operativo" en Roma, que será mal acogido por los mercados y abrirá una etapa de inestabilidad de desenlace impredecible.

En efecto, el triunfo del movimiento 5 Estrellas (M5S) es una hipótesis verosímil, gracias al apoyo que obtiene del Sur devastado, donde una ciudadanía sin futuro quiere expresar así su malestar. El centroizquierda, con un desgastado Matteo Renzi al frente, no parece tener opciones, después del desgajamiento de la formación "Libres e Iguales" liderada por un juez antimafia. Dramáticamente, la única opción de estabilidad, anhelada inconfesablemente por las instituciones y las cancillerías europeas, es la de centroderecha, liderada por Berlusconi en persona, aunque sería uno de sus epígonos el encargado de formar gobierno ( Antonio Tajani, presidente del Parlamento europeo, es el más señalado). Ni que decir tiene que Forza Italia va a las urnas acompañada por la sospechosa Liga Norte y Hermanos de Italia.

Que Berlusconi, octogenario, inhabilitado por corrupto, recompuesto quirúrgicamente y empolvado hasta las cejas como un payaso de feria para ocultar la decrepitud, tenga en su mano el destino de Italia, que es también en cierto modo el destino de Europa, es una tragedia que explica sin palabras la postración en que se encuentra el proyecto europeo.