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Portavozas

Si algún día tienen tiempo y dinero que perder en cosas inútiles como la filosofía, les recomiendo alguna de las conferencias del profesor Francesc Casadesús. Apoyadas en textos clásicos, son un espacio que -tal vez- les sirva para entender un poco mejor el mundo que nos rodea. Este año tuve la suerte de matricularme en la última plaza disponible del Aula de Humanidades, que dedica a la etimología, al origen de las palabras. Reflexionamos sobre el uso político que se hace de ellas, de la forma en la que el lenguaje articula la voluntad de poder y también sobre cómo clasifica o fija identidades. Queda muy bonito decir que 'una lengua no sirve para separar', pero lo cierto es que pone límites a quien no la habla. Los griegos utilizaban 'bárbaro', como palabra onomatopéyica para denominar a los extranjeros que pronunciaban voces incomprensibles para ellos. Los bobos balbucean, así que este vocablo fue asociado con la incultura y la falta de educación.

Únicamente subrayé una idea de todos los apuntes que tomé: " Una persona culta ha de xerrar necessàriament bé". Ya en la antigua Grecia, la marca de la aristocracia era la forma de expresarse. No en vano, la retórica ocupa buena parte de La Ilíada y la Odisea. La degradación del lenguaje suele llevar aparejado un deterioro de la sociedad. Tampoco es ningún secreto que uno de los caminos para controlar el pensamiento es dominar el lenguaje. En la orwelliana 1984, el Gran Hermano crea una Neolengua: "Al final conseguiremos que el crimen del pensamiento sea literalmente imposible, porque no habrá palabras con que expresarlo. Todo es cuestión de autodisciplina y control de la realidad. La Revolución se habrá completado cuando el lenguaje sea perfecto. La ortodoxia equivale a no pensar, a no tener la necesidad de pensar. La ortodoxia es la inconsciencia". Pensamos con palabras. Si eliminamos el término libertad, no podremos concebirla.

Por todo ello, como sociedad deberíamos estar muy alerta a las manipulaciones que pretenden hacerse de las palabras, sobre todo si provienen de arriba: de los que nos gobiernan o aspiran a hacerlo. Las más habituales son los eufemismos, que sirven -básicamente- para no llamar a las cosas por su nombre e intentar que no parezca lo que es. 'Crecimiento negativo' cuando la economía baja, 'grupo de oración' cuando un obispo pasa mucho tiempo a solas con su secretaria o 'muestras de hospitalidad' ahora que hemos trasladado a Miami la costumbre de tratar bien a los concejales de Urbanismo. Para que luego digan que no exportamos conocimiento.

Así que no debería hacernos ni pizca de gracia que la portavoz de un grupo parlamentario utilice 'portavoza' para referirse a su propio cargo. No porque sea una muestra de su propia incultura -estoy segura de que Irene Montero conoce perfectamente la incorrección- sino porque presupone que somos los demás los que ignoramos los procesos de formación de palabras que otrora explicaban en EGB. O que el género de muchos vocablos viene determinado por los artículos y adjetivos que los acompañan. O que si hay una máxima universal en los idiomas es la de tender a la economía: no decir en dos palabras lo que podría expresarse en una.

Pero lo peor han sido las justificaciones posteriores. Pablo Iglesias defendía el uso de 'portavoza' atacando a la RAE porque recoge una de las acepciones del adjetivo 'fácil'. Dicho especialmente de una mujer: que se presta sin problemas a mantener relaciones sexuales. El diccionario en ningún momento hace referencia a que sea un adjetivo peyorativo. Así que me gustaría preguntarle al señor Iglesias qué problema tiene con que me acueste con alguien en la primera cita. Como si hacer lo que me apetece con mi cuerpo y mi sexualidad fuera peor que reprimirme. O me quitara algún valor como ser humano. A ver si habremos escapado de los tabús de la iglesia para caer en manos de los nuevos puritanos.

No. Decir 'portavoza' no creará una sociedad más justa e igualitaria con las mujeres. Ni acabará con la discriminación. Ni ayudará a una sola mujer maltratada. Como dijo alguien en Twitter, este nuevo lenguaje que pretenden que adoptemos va a convertirse en la homeopatía contra el machismo. Sospechamos que igual lo único que persiguen es que pensemos que sirve para algo con el objetivo de ocultar el hecho de que en realidad no están haciendo nada efectivo para acabar con el problema. Y -lo que es más grave- lo hacen fomentando la ordinariez y la incultura. Animando a los gobernados a deteriorarse, a dejar de hablar bien. A ver si de una vez nos convierten a todos en borregos. 1984 era una advertencia, no una guía. Pero -recuerden- la Filosofía no sirve para nada. Leer, tampoco.

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