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Antonio Papell

Multipartidismo o rectificación

El multipartidismo, es decir, la ruptura del viejo modelo de bipartidismo imperfecto que ha funcionado entre 1982 y 2015 en el Estado español, ha producido gran satisfacción intelectual en numerosos círculos de opinión progresistas. El sociólogo Jaime Miquel, por ejemplo, conocido analista electoral que frecuenta los medios, acaba de manifestar en Público su impresión al respecto: A su juicio, la causa de que se instaurase el modelo que ha funcionado de facto hasta 2015 habría sido "la perversidad innata de la ley electoral creada en 1977 para impedir la victoria de la izquierda y que generó una larguísima etapa (1980-2012) de hegemonía absoluta de dos partidos políticos -con periodos de reinado de uno solo de los dos- que finalizó con la desmovilización masiva de la mitad más joven de los electores (entre 2010 y 2014)". Habría sido, en fin, "esa patente prepotencia de los que se alternaban en el poder" la que habría provocado la ruptura social que ha derribado ese prolongado régimen de mono/bipartidismo, a través de movimientos callejeros como el 15M, primero, y después con el auge de las nuevas formaciones como Podemos y Ciudadanos".

El análisis adolece de dos fallos relevantes. En primer lugar, su autor no estuvo atento a la génesis de la ley electoral vigente -la LOREG en vigor es prácticamente la misma que se aprobó por decreto-ley en 1977- ya que, fruto del consenso, no sólo no se inspiró en el "perverso afán de impedir la victoria de la izquierda" sino que en su elaboración se hicieron los esfuerzos necesarios para que el Partido Comunista, que se sabía minoritario por las encuestas, tuviera una representación digna, algo que se logró mediante la proporcionalidad corregida que proporcionaba la ley d'Hondt. Además, gracias a aquella "perversa" norma electoral, el PSOE, el partido que había perdido la guerra civil española, llegaba al poder con holgada mayoría absoluta en 1982.

En segundo lugar, es muy arriesgado vincular la calidad democrática de un régimen parlamentario al modelo electoral. No existe un correlato entre proporcionalidad y perfección representativa. Nadie puede pretender, por ejemplo, que el caótico régimen italiano de la posguerra, basado en la proporcionalidad pura y que obligó a formar gobiernos de coalición de cinco partidos, era más democrático que el régimen británico, mayoritario puro.

El hartazgo que ha producido nuestro bipartidismo imperfecto es evidente y ha de tomarse en consideración, pero habría que ver si se debe al modelo -al hecho de que dos grandes partidos se disputen el liderazgo, en tanto los partidos pequeños tienen mayor rozamiento para salir a la luz- o a la trayectoria decadente y decepcionante de dichos partidos, que ni vieron venir la crisis ni supieron afrontarla, y que, en el caso del PP, se han corrompido internamente hasta extremos inconcebibles.

No hay duda, en fin, que hace falta una rectificación porque el régimen esta hoy gravemente deteriorado. Pero hay que preguntarse con la mano en el pecho si esa rectificación debe ser sobre la ley electoral o sobre los propios partidos. Porque, de momento, no se han adoptado todas las cautelas que garanticen absolutamente que no habrá más corrupción en el futuro, y, en cambio, el debate sobre la reforma de la ley electoral está adoptando un sesgo sospechosamente partidista.

La tesis de que a más proporcionalidad, más democracia, es, como se ha dicho, totalmente arbitraria, a menos que se niegue el carácter democrático de los regímenes norteamericano, británico o francés. Y, por ahora, el debate español se está guiando por los intereses particulares de cada cual: Podemos y Ciudadanos quieren acentuar la proporcionalidad porque les favorece, en tanto PP y PSOE desean mantener las cosas como están porque así se mantiene el viejo statu quo. Se trata, en fin, de un debate estéril, que sólo se volverá operativo y tendrá sentido cuando se entienda que lo más urgente es la rectificación de los viejos errores, la regeneración política y la modernización de los viejos partidos para que se aproximen al latido de la sociedad.

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