En mayo del año que viene, habrá elecciones europeas, y el actual presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker, ha anunciado ya que desea que su sucesor sea elegido como lo fue él en 2014, a través de las urnas, por el procedimiento de los Spitzenkandidaten, o candidatos principales ligados a los partidos, sistema que vincula la elección a los resultados electorales y obliga a quienes se postulan a hacer campaña país por país. Juncker ha pedido que los grandes partidos designen a los candidatos principales antes de finales de 2018 para que haya tiempo de llevar a cabo el proceso.
Hasta 2014, el presidente de la Comisión era elegido a puerta cerrada por el Consejo Europeo „los jefes de Estado o de Gobierno„, que hacía y deshacía a su antojo. En esta ocasión, el sistema de elección tiene enemigos, Macron entre ellos. Hay una cierta alergia a la intervención de la ciudadanía en los asuntos europeos, que se corresponde como es lógico con la frialdad con que la ciudadanía ve la construcción continental. No en vano fueron los franceses (entre otros) quienes en referéndum hicieron fracasar el viejo bodrio de la Constitución Europea.
Es hora de que la soberanía del ente federal europeo se deposite en su mayor parte en el Parlamento Europeo (en la actualidad, la situación es tan penosa que los candidatos a cargos institucionales suspendidos por el PE son nombrados sin contemplaciones por los poderes ejecutivos). Y si no sale adelante la propuesta de Juncker „tímida todavía pero en la dirección adecuada„ la UE seguirá sin cuajar en el corazón de los europeos, cada vez menos dispuestos a acatar unas instituciones que les dan la espalda.
