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De cocineras y modistos

Entre el océano de cuchufletas audiovisuales que cada día me llega por whassap, recibí hace poco una antigua parodia de José Mota sobre el lenguaje de género políticamente correcto. Vuelve a la actualidad al hilo del archicomentado "portavozas" y, aunque exagerado y jocoso, demuestra cómo puede llevarse al absurdo una tendencia que amenaza con volverse la octava plaga de Egipto. Los palabros pretendidamente igualitarios cuentan con cierta historia; aquellas "jóvenas" de Carmen Romero tienen ya veinte años, las "miembras" de Bibiana Aído, unos cuantos menos, y las "pacientas" de Juan Manuel Moreno están aún en pañales, pero todas pretenden lo mismo: hacer visibles a las mujeres mediante el léxico. La premisa es impecable, pues sólo aquello que nombramos tiene entidad. En cuanto a la dificultad de romper la inercia de la costumbre, ilustres precedentes atestiguan que hay espacio para las novedades; en su momento el uso de "jueza" y "médica" levantó ampollas, y hoy convivimos con ambos términos del modo más natural.

Es complicado innovar en el vocabulario desde la nada y haciendo caso omiso de las tendencias del idioma. La regla más sencilla es emplear sufijos: "a" para el femenino y "o" para el masculino, aunque tampoco eso garantiza la igualdad. En el diccionario de la Real Academia, por ejemplo, vemos "cocinero, ra" con idéntica definición, aunque, comúnmente, "cocinero" sugiere una categoría más alta y sofisticada que "cocinera". Asimismo, encontramos una sola entrada, y una sola definición, para "sastre, a" pero, en cambio, no aparece "modista, o", sino que el masculino tiene entrada propia; de nuevo se juega con diferencias cualitativas según el género. El de "modisto", además, es un caso curioso; su uso común hace que no nos rechine, pero es como si usáramos pianisto, equilibristo o futbolisto. Ya puestos, siguiendo la pauta que marca el diccionario y aprovechando el côté facilón de la RAE en estos tiempos, yo sugeriría algún cambio más, acorde con la época. Así, mandaría al baúl de los recuerdos "actriz", que siempre me sonó cursi, e impondría "actora"; introduciría el sustantivo "meretor", correlato de "meretriz", y ahora que "poeta" se ha vuelto unisex, abogaría por emplear "poetiso", de sugerente contenido semántico. Cualquiera de estos inventos me parece más sensato que retorcer la voz hasta volverla voza.

La discriminación económica, cultural y social contra la mujer es una realidad tan honda, importante y malentendida, hasta por las mismas mujeres, que no sé si la pirotecnia de los políticos ayuda mucho. Más que en los titulares flor de un día, carne de whassap y de tertulia, soy partidaria de los hechos. De iniciativas como las de esos empleados de la BBC que se recortaron el sueldo para equipararse con sus compañeras, o la del gobierno autónomo vasco otorgando al permiso por paternidad las mismas semanas que al de maternidad. En fin, el viejo y sabio "obras son amores" de toda la vida.

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