Los pasados días 8 y 9 de febrero tuvieron lugar las jornadas " Reduir l'abandonament primerenc de l'educació i la formació a les Illes Balears: cap a un consens necessari" de cuyo comité científico y coordinador tuve la suerte y el honor de formar parte junto con la profesora Francesca Salvà, investigadora principal de la única I+D en toda España dedicada al estudio de los itinerarios de éxito y de abandono en la formación profesional; Andreu Grimalt, director técnico de EAPN-IB; Andreu Cloquell, director de programas de la cooperativa Jovent y Nuria Álvarez, joven del programa SOIB-Jóvenes cualificados en la UIB.

Espero que hayan resistido el envite de la lectura del primer párrafo porque lo interesante llega ahora. Las jornadas tuvieron lugar en el Parlament balear dado que contaban con el apoyo de la Comissió dels Pactes per a la Inclusió Social con la presencia, colaboración e implicación de todos los partidos con representación parlamentaria. Lo han leído bien, con todos.

Tal vez invite a la incredulidad conocer que la mencionada comisión no sólo respetó la propuesta de las jornadas y mostró su apoyo a las mismas sino que, además, sus miembros participaron activamente en el debate en torno a una de las problemáticas más acuciantes de nuestra comunidad autónoma. A modo de ejemplo, según los datos de la EPA (Encuesta de población activa) de 2016, 21.000 jóvenes de Balears de entre 18 y 24 años dejaron los estudios sin obtener la titulación correspondiente a la educación secundaria superior (bachillerato o formación profesional de grado medio). Daría para unas cuantas jornadas más debatir si la formación les va a asegurar unos ingresos laborales que les permitan vivir con la autonomía y el bienestar de los que hemos gozado otras generaciones anteriores, cuando se cumplía el principio de a mayor formación mayores oportunidades. Pero lo que sí sabemos a ciencia cierta es que el abandono prematuro de la educación coloca a buena parte de esos jóvenes en el camino hacia la exclusión social: siguiendo con datos de la EPA, en nuestro país, alrededor del 35% de las personas con bajo nivel educativo están en riesgo de pobreza o exclusión social mientras que para la población con estudios superiores la tasa de riesgo de pobreza o exclusión social se sitúa alrededor del 14%.

También sabemos que el fracaso, además de descomunal, es colectivo. Seguro que cada una de las personas asistentes a las jornadas tiene una opinión formada sobre quién es más o menos responsable de la situación que sufrimos; sobre quién podría hacer más o hacerlo diferente. Y aquí viene lo mejor del encuentro: todas las personas participantes antepusieron el espacio compartido al compartimento estanco en el que a veces nos dejamos encerrar sólo porque negar al otro suele ser más fácil que hacer frente a la complejidad.

Quienes tuvimos la responsabilidad de organizarlas tratamos de encontrar ponentes que contribuyeran al debate sin incendiarlo; intentamos enmarcar la realidad dando voz a sus protagonistas (familias, profesorado, tercer sector, personal técnico de la administración, profesionales del ámbito social, profesionales del ámbito laboral, etc.) entre otras cosas porque somos muy conscientes de que para encontrar soluciones son necesarias las visiones múltiples; y procuramos que se dieran las condiciones para crear un ambiente propicio sin otra pretensión que el diálogo distendido.

Lo meritorio fue que el conjunto de personas asistentes trabajaron en sede parlamentaria con la voluntad de escuchar y debatir, de contrastar y compartir. La intención fue más allá del acercamiento de posiciones: durante horas el esfuerzo se puso en converger en lugar de sólo sumar. Se sorprenderían de lo muy cerca que podemos llegar a estar si nos lo proponemos, si el contexto nos ayuda y lo que nos mueve, por encima de todo, es una realidad que exige a gritos acuerdo y estabilidad en su sentido más amplio. Acabo confesándoles con orgullo que los diputados y diputadas de todas las formaciones políticas con representación parlamentaria no sólo asistieron a la inauguración, no sólo asumieron sus responsabilidades presentando una conferencia o moderando una mesa redonda. Todos los grupos parlamentarios, al igual que el resto de participantes, mantuvieron su presencia e implicación a lo largo de las jornadas. Fue emocionante y esperanzador porque rompió con los moldes de la confrontación. Es, estoy segura, una condición imprescindible para encarar el problema del abandono temprano de la educación y la formación con ciertas garantías de éxito. Ahora hace falta el empeño de muchas personas para que lo de la semana pasada no se quede en algo excepcional: de nuevo, el valor de la persistencia, si puede ser acompañada, como en casi todo, de algo de suerte.

* Exalcaldesa de Palma y profesora titular del departamento de Pedagogía Aplicada y Psicología de la Educación en la UIB