Hay una escena en la ya clásica película Apocalypse Now de Francis Ford Coppola en que dos personajes navegan por un río internándose en territorio hostil en un clima de gran tensión. De pronto les disparan una lluvia de flechas pero se relajan al ver que solo se trata de palillos. En ese momento una lanza atraviesa y mata a uno de ellos. Los palitos habían producido un efecto de saturación y descuido en medio del cual les lanzan el verdadero arma mortal.

La condición de la mujer en muchas sociedades está amenazada por circunstancias gravísimas: la ablación a las niñas, la falta total de los derechos más elementales, diversas formas de feminicidio y las bodas de niñas son solo algunas de las muchas formas de degradación que en nada se distinguen de la esclavitud.

La inundación de titulares sobre las más variopintas acusaciones del llamado acoso sexual se está extendiendo tanto que empieza a perder definición y a meter en el mismo saco a psicópatas, violadores y a los seductores pesados que siempre ha habido y habrá. Una reacción frente al riesgo de crear un clima paranoico y de vuelta al puritanismo la personificó un numeroso grupo de mujeres francesas entre las que figura la psicóloga clínica, psicoanalista y escritora Sarah Chiche, la crítica de arte Catherine Millet, la escritora Catherine Robbe-Grillet y una larga lista de mujeres intelectuales además de la mediática actriz Catherine Deneuve. Esta declaración denuncia el riesgo de criminalizar la seducción y promover un retroceso que vuelva a sumergir la sexualidad en un lugar oscuro y maldito, generar un clima de hostilidad y desconfianza entre mujeres y hombres y promover una imagen fragilizada e indefensa de la mujer.

Como no podía ser de otro modo se ha desatado una furiosa polémica desde sectores feministas que aún no ha acabado. Otro efecto del bombardeo de noticias sobre este tema en todos los medios y, prácticamente todos los días es que comienzan a circular en las redes contenidos caricaturales además de voces cuestionadoras en defensa de algunos personajes notorios acusados sin suficientes pruebas. Es el caso de la defensa pública que realizaron la actriz Diane Keaton y el actor Alec Baldwin en contra de la acusación de que es objeto Woody Allen, argumentando que su escarnio se basa solo en afirmaciones surgidas en el contexto de una guerra matrimonial antigua que nunca fueron probadas. Como en la historia del rey desnudo, todo Hollywood se apresuró a condenarlo, todos más papistas que el Papa. Pese a que de los procesos jurídicos ha salido indemne, el juicio mediático se apresuró a condenarlo y a arruinar su carrera. Acabe como acabe, el daño es irreversible.

Al igual que con la lluvia de palitos de la película mencionada, la saturación y la banalización puede acabar por perjudicar los necesarios avances contra la situación trágica y de indefensión de las mujeres en muchas sociedades actuales. El riesgo social de este fenómeno recuerda a lo ocurrido en los Estados Unidos en los años 50. El siniestro senador McCarty desató una auténtica caza de brujas en las que miles de ciudadanos fueron acusados arbitrariamente de comunistas. El movimiento recibió el nombre de macartismo. Quizás estemos frente a un nuevo macartismo.

Se trate entonces de la banalización o de la persecución indiscriminada el efecto recuerda aquello del pastorcito mentiroso. "Que viene el lobo, que viene el lobo?". O sea, que se impermeabilice la atención de la población a aquellos hechos trascendentes en la lucha por sacar a la mujer de una condición que en muchas sociedades actuales es de degradación extrema.

*Psicólogo clínico