Cuando hace un par de años el Estado Islámico se extendía sobre un tercio de Irak y la mitad de Siria, rompiendo fronteras y dejando hechos unos zorros a los gobiernos centrales de ambos países, los kurdos pensaron que había llegado la oportunidad de conseguir la independencia. Estados Unidos les dio armas y ellos las usaron para contribuir decisivamente a derrota del Estado Islámico y para, de paso, hacerse con extensos territorios que añadieron a los propios con la ilusión de configurar un estado kurdo en el norte de Irak y otro en Siria. La jugada les ha salido mal.

Los kurdos son muchos, quizás hasta 60 millones, aunque las estimaciones varían mucho, y no tienen un Estado propio. La Sociedad de Naciones intentó dárselo al final de la Primera Guerra Mundial pero sus propios errores y las ambiciones del turco Ataturk Mustafá Kemal lo impidieron. Desde entonces están repartidos entre cinco países (Turquía, Siria, Irak, Irán y Armenia) que están en desacuerdo en casi todo excepto en no desear un Kurdistán independiente porque temen que si se forma en algún sitio un embrión de Estado kurdo, éste actuará irremediablemente como un polo de atracción y un foco de irredentismo para los demás kurdos, provocando una especie de "efecto dominó". Y tampoco los Estados Unidos y Rusia están por la labor de crear más problemas en una región donde ya sobran. Solo Israel ha mostrado simpatía por la idea y sus motivos pueden no ser altruistas.

Los kurdos de Irak, envalentonados tras sus victorias sobre el Estado Islámico que les permitieron ocupar Kirkuk y sus pozos de petróleo, vergonzosamente abandonados antes por el ejército regular iraquí ante el avance islamista, decidieron organizar en septiembre pasado un referéndum de independencia. Al tener petróleo tenían también dinero y pensaron que ya no necesitaban al gobierno de Bagdad y que, además, los norteamericanos les apoyarían como agradecimiento por su lucha contra el Estado Islámico. Pero se equivocaron de medio a medio porque Bagdad envió sus tropas para recuperar Kirkuk y los campos de petróleo, mientras los americanos miraban púdicamente hacia otro lado y los iraníes contribuían con sus voluntarios chiítas en apoyo del ejército iraquí. Cuando vieron lo que se les venía encima los kurdos se achantaron y se dividieron de forma que los soldados iraquíes ocuparon más de lo perdido sin disparar un solo tiro. Y sin petróleo se acabó el sueño de la independencia. El referéndum les salió por la culata. No son los únicos a los que les sucede.

Por su parte, las milicias kurdas de Siria conocidas como YPG, Unidades de Protección del Pueblo, también armadas por Washington, lucharon con bravura contra el Estado Islámico en los momentos de mayor postración del régimen de Bachar al Assad y siguieron haciéndolo cuando se derrumbó la oposición democrática y la intervención rusa inclinó la balanza en favor de Damasco. La consecuencia es que los kurdos "liberaron" amplios territorios en los que formaron una autonomía de hecho (Rojawa). Las cosas funcionaron mientras había islamistas que matar pero cuando éstos fueron definitivamente derrotados, los kurdos tuvieron que enfrentar la realidad y esa realidad se llama Turquía. Ankara quizás aceptaría una región autónoma kurda (cosa que también podrían aceptar rusos y norteamericanos aunque no está claro que fuera del gusto del régimen de Damasco), pero nunca aceptará un control de las YPG cerca de sus fronteras. La razón es que las YPG son la franquicia local del poderoso PKK turco (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) que es considerado un grupo terrorista tanto por Ankara como por la comunidad internacional. Para alejarlos de su frontera, los turcos han entrado ahora en la región de Ifrin, en Siria. Y para mayor recochineo lo hacen con la bendición de Moscú y de Washington.

Tras este doble abandono, los kurdos se sienten traicionados. Los utilizaron cuando hizo falta para combatir a los islamistas y les dejan caer, sin agradecerles los servicios prestados, cuando ya no son necesarios. Tienen razón en estar enfadados, pero también ellos han cometido errores graves y en política los errores se pagan caro.

Ahora no lo tienen fácil. En Siria la salida puede consistir en alejarse del PKK y tratar de construir una autonomía buscando el respaldo de las clases medias kurdas afiliadas a otros partidos moderados, o reintegrarse en el Estado sirio a cambio de ciertas garantías de seguridad, de respeto por la lengua y otras condiciones. No son opciones apetecibles para quienes querían más, pero es lo que hay. El caso de los kurdos iraquíes es aún peor porque sin petróleo, con una deuda superior a los 20.000 millones de dólares y con maestros, policías y soldados que no cobran desde hace meses, no tienen más remedio que volver con la cabeza gacha a Bagdad para recuperar el viejo acuerdo de 2014 por el que el gobierno central les daba una subvención económica equivalente al 17% del presupuesto nacional.

Los kurdos tendrán que esperar a mejores tiempos si quieren volver a intentar tener un Estado propio. Mientras, sería útil hacer reformas internas en las regiones kurdas de ambos países que reforzaran el estado de derecho, respetaran la división de poderes y lucharan contra la corrupción y los clanes familiares (Barzani, Talabani) que a modo de grandes caciques y señores medievales de la guerra aún dominan la vida política de aquellas apartadas regiones. Es la mejor manera de colocarse en posición ventajosa para el día en que vuelva a surgir otra oportunidad. Si es que surge.

*Embajador de España