Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Papell

El laberinto de la prensa

Películas como Los archivos del Pentágono de Spielberg, que en el fondo glosan el papel que ha jugado el buen periodismo en el sostenimiento de la gran democracia americana, confieren un sesgo trágico al análisis de la situación periodística actual en el escenario globalizado y en nuestro entorno más próximo. Estamos todos, en los distintos planos de nuestro devenir, confusos y desorientados por una evidente falta de referentes y por la proliferación de material informativo sin contrastar y cuya solvencia es un enigma. Artículos como el que acaba de publicar Adela Cortina, "Periodismo imprescindible", son una llamada a la responsabilidad de los actores del sistema mediático para que el periodismo vuelva a los orígenes, no tecnológicamente por supuesto, pero sí ética y profesionalmente, como aliado de las libertades civiles, defensor de las causas justas, portavoz de la verdad en cuya búsqueda muchas personas empeñan su prestigio y hasta su vida.

El panorama mediático actual es desolador por confuso. El viejo sistema formado por los medios audiovisuales y por la prensa escrita está desmoronándose, pero no -no nos engañemos- para dejar paso a otro universo mediático e informativo sino para abrir detrás de sí un gran vacío en el que con gran dificultad se perfilan nuevos actores.

Los periódicos impresos todavía mantienen sus cualidades referenciales pero están teniendo que pelear a brazo partido por ganarse el futuro, en términos económicos y de influencia política y social. Felizmente, ha desaparecido el fantasma de la extinción: los grandes medios están aprendiendo a adaptarse a los nuevos soportes, y mantengan o no sus ediciones en papel (que seguirán, ya lo verán ustedes), ya nadie teme por su supervivencia. Los grandes periódicos internacionales y, a escala española, los principales rotativos estatales o regionales nos entregan todavía, y van a seguir haciéndolo, la versión homologada de la realidad. Hoy perviven acompañados por una serie de periódicos nativos de internet, algunos de los cuales cumplen con sus obligaciones de profesionalidad y veracidad, y unos y otros son un dique frente a la sobreabundante farfolla informativa que hace de internet un lodazal.

Las virtudes esenciales de los medios referenciales que establecen la verdad publicada son muy simples: publican informaciones contrastadas y las avalan con la marca del medio y con la firma de los autores. Es la pauta de siempre: el prestigio de un medio es un capital que se acumula a lo largo del tiempo, y que se dilapidaría en un segundo si fallara la confianza establecida gracias a la lealtad constante entre el medio y su destinatario.

¿Cuál es entonces el problema? La capacidad de discernimiento del ciudadano, asediado por la posverdad (la falacia) y la infraverdad (el rumor) que transitan por la red porque generan tráfico y por tanto dinero. Y esa capacidad de discernimiento debería ser engendrada por el sistema educativo, al que cabe reclamar no sólo la trasmisión de la ciencia sino la formación de verdaderos ciudadanos.

El ensayo de aquella añorada asignatura, la educación para la ciudadanía, quizá no suficientemente perfilado, iba en la dirección correcta. Y en esa materia, que habría que rescatar para infundir los grandes valores democráticos del humanismo que nos civiliza, ha de incluirse la técnica de aprehensión de la realidad que todos debemos utilizar para informarnos. De la misma manera que se enseña a los usuarios de informática a utilizar antivirus, es necesario que el joven que salga del sistema educativo sepa distinguir en su ordenador, en su tableta o en su teléfono entre quién le engaña y quién le presta un servicio básico al suministrarle información veraz y opinión honrada.

Adela Cortina se preguntaba en el artículo si la "democratización de la información" y el llamado "periodismo ciudadano" terminarán con la profesionalidad periodística. Por supuesto que no. Mientras haya personas cultivadas -que debemos ser todos- ávidos de conocer la verdad, de entender y preservar el marco de nuestras grandes libertades y de obtener los datos para participar en lo público con fundamento, la información de calidad, hecha por periodistas profesionales, seguirá siendo demandada y teniendo valor.

Compartir el artículo

stats