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Lecciones, las justas

No es arrogancia, pero han pasado los tiempos en que el mundo anglosajón daba a España lecciones de democracia, desde poco después de que, acabada la Segunda Guerra Mundial, británicos y norteamericanos dejaran al pueblo español empantanado en su laberinto autoritario.

El régimen democrático español, que cumple este año cuarenta años, es brillante y perfectamente homologable en todos los sentidos con los más avanzados del mundo. No hay lugar en que las libertades estén más defendidas, en que los derechos estén tan preservados. En cuestiones de seguridad jurídica, en concreto, España es más garantista que el Reino Unido o que los Estados Unidos. El sistema tiene sus defectos, porque nada es perfecto, pero de nada tenemos que avergonzarnos.

Viene esto a cuento, es obvio, de que un abogado británico, comisionado por Puigdemont y su panda, va a denunciarnos ante una instancia de la ONU por detención arbitraria y otras lindezas. No sólo no conseguirá fruto alguno sino que ni siquiera logrará hacer la menor muesca en el prestigio internacional de nuestro país. El mundo jurídico (como todos los mundos profesionales) está lleno de cantamañanas, que ya no consiguen engañar a casi nadie porque la opinión pública ya no comulga con ruedas de molino.

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