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Joaquín Rábago

360 grados

Joaquín Rábago

Teatro del absurdo en nuestro ruedo

¿Para qué necesitamos aquí a Ionesco, a Jarry y demás autores del teatro del absurdo si con el llamado conflicto catalán el absurdo se ha instalado en nuestra vida política? Basta con repasar lo que dicen los periódicos: El presidente del Gobierno no tiene "nada que hablar sobre situaciones judiciales". Es la lacónica respuesta de Moncloa a la solicitud de reunión con Mariano Rajoy por parte del nuevo presidente del Parlament catalán.

"El señor Torrent (que así se llama el solicitante) con quien tiene que hablar es con los grupos parlamentarios catalanes", dicen fuentes del Gobierno del PP aunque eso es precisamente lo primero que hizo aquél. El Gobierno mientras tanto sigue considerando al expresidente catalán y candidato a repetir en ese puesto, Carles Puigdemont, un simple "prófugo de la justicia".

Al mismo tiempo, el juez del Tribunal Supremo que se ocupa del caso se abstiene de reactivar la orden de detención por recelar una taimada maniobra en la decisión de Puigdemont de abandonar de pronto su refugio belga para dar una conferencia en Copenhague. El juez reconoce que no faltaban argumentos jurídicos para intentar detenerle en Dinamarca, donde los delitos de sedición o rebelión que se le atribuyen están castigados con largas condenas, pero no actúa.

Sospecha que el viaje a Copenhague era una "provocación" de Puigdemont para provocar su detención, justificar así su ausencia involuntaria del pleno del Parlament catalán y lograr así su investidura sin necesidad de comparecer en esa cámara. Es decir que un juez que puede detener a alguien que se expone en España a una condena de treinta años de cárcel pero opta por no hacerlo para no seguirle el juego. ¿Se trata de una decisión jurídica o hay gato político encerrado?

Mientras tanto, Puigdemont pronuncia su conferencia en Copenhague, vuelve a sacar allí el tema de las injustificables cargas de la policía nacional contra pacíficos ciudadanos que sólo iban a votar en un referéndum y condena las detenciones de políticos e independentistas catalanes. Si desde hace ya meses España es tema frecuente de conversación en los otros países europeos es sólo por Puigdemont, ese pequeño e iluminado personaje que ha instalado su corte en Bruselas, donde recibe a los suyos, y por la cerrazón y torpeza del Gobierno de Madrid.

Una torpeza por la que ha pagado hasta ahora el PP sólo en Cataluña con un vergonzoso resultado electoral, pero que puede terminar pasándole factura en el resto del país con un posible "sorpasso" del más centralista y moderno Ciudadanos. Y mientras tanto, el PSOE, igualmente vapuleado, aunque no tanto como el PP, en las elecciones catalanas, sigue a verlas venir.

A su líder, Pedro Sánchez, le gustaría poder mandar al corrupto PP a la oposición, pero no apoya las mociones de censura contra Mariano Rajoy: ni las de Podemos ni las de los partidos independentistas. "Nosotros no tenemos tanta ansia de gobernar, y desde luego nunca a costa de la integridad territorial del país" ni con fuerzas que no comparten "nuestra visión de España", dijo su secretario de organización.

En los tribunales, los cabecillas de las distintas tramas explican cómo funcionaba la corrupción en el partido que nos gobierna, mientras Rajoy y los suyos siguen actuando como si la cosa nada tuviera que ver con ellos. ¿Hasta cuándo seguiremos asistiendo los ciudadanos entre impotentes y atónitos a esa representación del teatro del absurdo en nuestro ruedo ibérico?

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