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Antonio Papell

El optimismo vuelve a Davos

En 2017, las elites mundiales que acudieron a Davos estaban consternadas no sólo por el Brexit y la llegada de Trump al poder, hechos que abrían una gran vía de agua en la globalización en momentos en que parecía quedar definitivamente atrás la crisis económica y financiera, sino también por las inquietantes expectativas que se cernían sobre Francia, Holanda e incluso Alemania, países en que el populismo avanzaba con agresividad.

En 2018, el Foro se celebra en condiciones diferentes. La presencia de Macron como una de las estrellas del cónclave es el símbolo elocuente de que los peores presagios no se han cumplido. Tampoco en Holanda llegó la extrema derecha adonde amenazaba. Y en Alemania, todo indica que, aunque el populismo está en ascenso, la "gran coalición" asegurará la estabilidad del país durante al menos otra legislatura, en la cual Merkel y Macron podrán avanzar en la construcción europea, ahora que Londres ha dejado de lanzar su maléfico influjo sobre los designios integradores del Viejo Continente. Además, intervenciones como la del indio Narendra Modi y el canadiense Justin Trudeau ponen de manifiesto que la globalización ha regresado con ímpetu, pese a que el proteccionismo continúe amenazando y actuando aunque muy lejos de ganar la guerra que ha declarado al libre comercio y al mercado global.

Por fortuna, la oleada populista está en retroceso en todas partes (en España también, por supuesto), gracias a la reacción inteligente y creativa de las muchedumbres, que han sido capaces de engendrar nuevos líderazgos y de respaldar ideas magnánimas frente a las desacreditadas utopías de diversos signos. Pero nos equivocaríamos si pensáramos que el riesgo de involución se ha alejado definitivamente. Porque el populismo progresa allá donde fracasa la equidad, donde no actúa ese vector potente formado por la democracia política, la libertad mercantil y el conjunto de los derechos humanos. Y no debe olvidarse que hay elementos internacionales agresivos que dan la batalla para que ese populismo arraigue y progrese; la influencia rusa sobre el sistema informativo e Internet es el ejemplo más evidente.

En otras palabras, la amenaza populista ha decaído entre otras razones porque la recuperación económica es un hecho planetario. Sin embargo, deberíamos escuchar las voces que denuncian que la recuperación, que es innegable en términos macroeconómicos, no es todavía real en las sociedades concretas. En vísperas de Davos, el FMI e Intermon Oxfam, al igual que el propio Foro Económico, han lanzado sus mensajes en este sentido: está teniendo lugar un crecimiento no inclusivo, que beneficia a los sectores mejor instalados pero que no arrastra todavía a las grandes mayorías sociales.

El estudio de Oxfam pone de manifiesto, por ejemplo, que el 82% del crecimiento de la riqueza mundial del último año ha ido a parar a manos del 1% más rico, mientras que el 50% más pobre no experimentó mejora alguna. Pero no sólo falla el reparto de los incrementos de riqueza sino que continúa sin recuperarse la posición de los más desfavorecidos: a escala española, los salarios más bajos se redujeron un 15% entre 2008 y 2016 (en tanto los más altos crecieron en ese plazo un 15,2%), sin que la situación haya comenzado a revertirse; además, en España hay 10,2 millones de personas pobres -individuos cuya renta se sitúa por debajo del umbral de pobreza, un tercio de la renta media-, lo que representa el 22,3% de la población, la mayor tasa desde 1995 y la tercera más alta de la UE, tras Rumania y Bulgaria, empatada con Lituania.

En estas circunstancias, parece claro que el riesgo de que regrese con fuerza la pujanza populista no ha desaparecido todavía, ni a escala global ni en el ámbito español, por lo que se equivocarían los actores de Davos si no vieran que el impulso a la globalización, a los grandes intercambios, al abatimiento de aranceles y fronteras, ha de conciliarse con políticas solidarias y con medidas tendentes a mitigar las diferencias y a rescatar a los que han decaído por debajo de determinado nivel de supervivencia y bienestar.

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