Diario de Mallorca

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Susu Moll

La mirada femenina

Susu Moll Sarasola

El favorito o la favorita

(Padres que compiten entre sí por el amor de sus hijos)

¡Qué bonitas son las fotos familiares!

Todos posan abrazados, felices y con su mejor sonrisa. Sin embargo, a menudo la realidad que se esconde detrás de esas imágenes es bien distinta.

Siempre he pensado que en la vida familiar lo más delicado es lo que no se dice; nos cuesta hablar de los celos, las envidias, y los favoritismos que en mayor o menor medida existen hasta en las mejores familias.

La vida familiar está sujeta a constantes oscilaciones y cambios.

Cuando llegan los niños, la pareja se concentra en superar todos los obstáculos posibles relacionados con la primera infancia cuando el cansancio y las noches sin dormir cobran un especial protagonismo. Pero los enamorados, visiblemente afectados por los estragos que causan los niños pequeños en la vida de pareja, aún tienen cercana su etapa de novios y lo dan todo el uno por el otro.

Sin embargo, a medida que los niños crecen las cosas pueden llegar a enfriarse. Mas aún en parejas en las que ya de salida existe un cierto sentimiento de rivalidad.

Los novios que rivalizan, en una primera etapa, pueden sentir su rivalidad como algo excitante y enriquecedor pero a medida que el tiempo pasa y llegan nuevos miembros a la familia las cosas se complican.

Uno de los retos más difíciles es educar sin caer en competir por el amor de los hijos. Es decir, educar sin pretender ser la madre o la padre favorito. Educar sin tratar de demostrarle al mundo quién lo hace mejor.

Algo que a priori parece inocente puede llegar a convertirse en un juego verdaderamente sucio en el que a la larga todos los miembros del clan pierden. Siempre es mejor si esta rivalidad se verbaliza porqué si lo ponemos sobre la mesa y lo hablamos le restamos importancia. Dialogar y comentar las cosas debería ser una prioridad dentro de la pareja.

Pero no estoy hablando de pequeños detalles.

Hasta cierto punto es normal que los chicos tengan preferencia por uno u otro progenitor en función de su edad, su sexo, o de sus hobbies. Y eso no significa que no quieran por igual a ambos.

Es también habitual que el rol de la madre sea más protagonista en la primera infancia y luego el padre coja el relevo. Pero estos cambios nunca deben ser excluyentes.

Para que nadie se sienta herido, hay que hablar y ser generoso. Ese ejemplo de generosidad es un tesoro para los niños que repetirán a su vez lo que vieron a sus padres.

Cuando la pareja se distancia y se deja de hablar, tras una separación por ejemplo, ser el favorito de los hijos se puede llegar a convertir en una obsesión, incluso en un arma arrojadiza. Hay que tener cuidado con ello porque al final los que salen perjudicados son los niños.

Una pareja sana y sólida es aquella que tiene un objetivo común dentro del hogar y se mantiene unida y bien coordinada en relación a los asuntos de los niños.

Si la pareja se separa, también debe intentar permanecer unida en relación a lo referente a los hijos.

Los límites que ponemos a los niños no sólo son necesarios para que estos se sientan seguros, sino que son fundamentales para su adecuada evolución.

A veces nos toca hacer de "aguafiestas" y decir "no" y eso deberíamos valorarlo también como una muestra de amor.

Al crecer, los niños se dan cuenta de ello y lo agradecen.

Eso no quiere decir que no deban tener momentos de pasarlo bien y de sentirse libres. En ningún caso debemos amargar a los niños con un exceso de dureza pero tampoco nos podemos ir al polo opuesto y hacer sólo lo que le más les apetece. Como se dice vulgarmente primero hay que comerse la sopa y luego el dulce, no el dulce primero.

Si realmente existe una madre o padre favorito, normalmente suele ser aquel que permite que los chicos se salgan más a menudo con la suya. En pequeñas dosis, repito, no hay problema pero llevado a un extremo, esto puede ser muy perjudicial.

Los niños que no hayan aceptado los límites de pequeños difícilmente los aceptarán más tarde. Y si encima han sido víctimas de un juego perverso por parte de alguno de los progenitores, podrían ver afectado su desarrollo emocional y convertirse en manipuladores. No olvidemos que, en general, los niños repiten la conducta de los padres.

Por todo esto, cuidado con la vanidad, cuidado con los extremos, cuidado con tratar de ser el favorito o la favorita. Piénsalo dos veces antes de darle mal ejemplo, o de acostumbrarlo a demasiados juguetes, o a un exceso de azúcar, o a permitir que una vez más no haga los deberes. Por cierto, tratar de ser "el favorito" o "la favorita" suele ser más propio de personas emocionalmente inestables. Personas que en la infancia no recibieron todo el amor necesario. Y estas carencias las trasladan a todos los afectos de su vida, también al de sus hijos.

Debe quedar claro, pues, que crear una competencia desleal con el otro progenitor en última instancia perjudicará a los más pequeños. Sobre todo si esa necesidad pasa por encima de sus propios intereses.

Todos en la familia tienen derecho a su parte de pastel.

Todos queremos sentirnos queridos y escuchados.

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