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Joaquín Rábago

A mal tiempo, buena cara

A mal tiempo, buena cara: eso es lo que ha hecho el líder de la socialdemocracia alemana, Martin Schulz, al anunciar los resultados provisionales de las negociaciones para formar una nueva gran coalición.

Schulz, que había preferido en un principio pasar a la oposición pero se vio arrastrado por las circunstancias políticas a ese nuevo intento de gobierno con la CDU/CSU, habló, al término de las mismas, de resultados "excelentes".

No lo interpretan así muchos de sus correligionarios, sobre todo los Jusos, los jóvenes socialistas, pero también asociaciones regionales importantes como la de Berlín, que ven lo acordado en principio por su partido con los conservadores como una claudicación.

En temas migratorios, la CSU bávara se ha llevado indudablemente el gato al agua al fijar límites tanto al número de refugiados que podrá admitir anualmente el país como a la reunificación familiar para quienes están ya en Alemania.

En sanidad, uno de los principales caballos de batalla de los socialdemócratas, tampoco han podido imponerse éstos: seguirá habiendo en Alemania una sanidad de primera - la privada- y de segunda, para la mayoría de los trabajadores.

Tampoco parece haber conseguido mucho el SPD en otros capítulos como la construcción de viviendas sociales, cuando se disparan como en todas partes los alquileres, la lucha contra el precariado laboral o el cambio climático.

Ha habido eso sí algunos avances, pero claramente insuficientes a ojos de los críticos y sobre todo demasiada vaguedad en los temas en los que más había insistido el SPD en su campaña frente a la concreción obtenida por la CSU bávara en los asuntos migratorios.

Schulz y los suyos tienen un difícil trabajo de convicción en lo que queda de semana antes de que el congreso extraordinario del partido decida este domingo en Bonn si los autoriza o no a continuar las negociaciones con la CDU/CSU de la canciller Angela Merkel.

Y para colmo, en lugar de tratar de ayudar a sus viejos y potencialmente nuevos aliados, el jefe del grupo parlamentario de la CSU, Alexander Dobrindt, provocador donde los haya, desafió a Schulz a demostrar que es "capaz de dominar la rebelión de sus enanos".

Schulz y otros miembros del equipo negociador socialdemócrata podrán argumentar ante los suyos que se ha llegado sólo a acuerdos muy provisionales y que en ulteriores negociaciones se intentará arrancar más concesiones a los conservadores, algo difícil de creer por la posición de debilidad desde la que negocia el SPD.

Con todo, los observadores creen que, aunque sea por la mínima, la dirección del SPD conseguirá como en otras ocasiones difíciles, superar el domingo la situación e intentará un nuevo gobierno con los conservadores: el último de la era Merkel.

El problema es cuál será el coste para un SPD al que cada vez abandonan más votantes para refugiarse muchas veces en la ultraderecha de Alternativa para Alemania. Lo ocurrido con otros partidos socialistas europeos sólo puede servir de aviso.

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