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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Guerra Civil entre hermanos

La Mallorca cosmopolita es un invento contemporáneo. En los años treinta, la isla entera no alcanzaba en población a la mitad de la Palma actual. "El extranjero" era uno solo en cada núcleo de población. Si hoy nos conocemos todos, imaginen durante la Guerra Civil. De ahí que el mayor impacto en la exhumación de la fosa de Porreres radique en el recuento de los apellidos de los catorce identificados. De Amengual a Seguí, el nomenclátor entero de los linajes autóctonos. Era de suponer, pero también los huesos eran previsibles sin que esta constancia rebaje el trauma.

Localizados los cadáveres de las víctimas, está claro que los asesinos también eran mayoritariamente mallorquines, coincidencia que define una Guerra Civil en cuanto aneja a un territorio. Al proceder de municipios que contaban por entonces con unos centenares de habitantes, por fuerza habían de repetirse los apellidos de las víctimas y de quienes contribuyeron a su asesinato. Familiares de los muertos intervinieron al nivel de la denuncia, la condena o la ejecución, por no hablar de los términos más genéricos de connivencia o indiferencia cómplice. Se trasciende así a una guerra entre hermanos, literalmente.

La relación de asesinados enhebra conexiones que decepcionarán a los partidarios de la pureza maniquea. Por ejemplo, es imposible encontrar una familia mallorquina políticamente angélica. El sueño soviético de los hijos denunciando a los padres y viceversa no remite exclusivamente al estalinismo. El odio sigue siendo más auténtico cuando se exprime entre quienes comparten sangre. Por supuesto, la guerra entre hermanos estaba sobradamente documentada a lo largo de medio siglo de investigación histórica, pero la exhumación ha desenterrado también evidencias que ya no buscamos en los libros. Más allá de la devolución de los restos a sus descendientes, la memoria histórica encarece en contra de sus promotores que no fue tan mala idea una transición en la que no se preguntó a nadie de dónde venía, sino adónde iba. Y nos la hemos cargado tan lindamente.

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