A los virólogos y vacunólogos al iniciar un nuevo año nos gusta expresar en voz alta nuestros deseos, aunque en la mayoría de ocasiones apenas se cumplen, pero al menos quedan.

Aprovechando que estamos en plena epidemia de gripe, me gustaría saber cuándo dispondremos por fin de la vacuna tetravalente, formada por dos componentes de la gripe A y dos de la B, y no la actual trivalente que ya de entrada no permite ninguna protección frente al segundo componente de la B. Espero que los criterios economicistas no vuelvan a imponerse sobre los científicos en la próxima temporada y ya sea de uso rutinario. Sólo con los sobrecostes del exceso de urgencias, ingresos hospitalarios y atención médica, se cubriría el coste final del cambio vacunal.

El deseo a mayor plazo sería la obtención de una vacuna universal frente a la gripe que nos protegiera de los 150 subtipos distintos existentes en una sola dosis y para siempre. De este modo una sola inyección nos evitaría el tener que pasar cada año por un proceso gripal que comporta la muerte de unas 2.000 personas en todo el país. A pesar de muchos intentos todavía estamos bastante lejos de ello, pero las investigaciones continúan a buen ritmo.

También desearía que este año 2018 fuera el último en el que se comunicaran casos de polio salvaje en los países todavía endémicos. Los 20 detectados el año anterior auguran un desenlace próximo; la ausencia de casos iniciaría el largo período necesario para la eliminación del virus y tras tres años sin ellos podríamos empezar a soñar con la erradicación de la polio del mundo. Sin embargo, para ello es necesaria la total colaboración de las autoridades sanitarias de esos países con creencias erróneas sobre las vacunas y la presión internacional para que acepten estos programas preventivos. Hasta entonces debemos seguir vacunando a nuestros niños como si la enfermedad estuviera en la puerta de atrás.

Referente a las hepatitis víricas de trasmisión parenteral (hepatitis B y C) deseamos que los programas de vacunación frente a la primera de ellas se impongan en todos los países del mundo y deje de ser un azote para los países en vías de desarrollo. Las hepatitis causadas por este virus comportan mortalidades inaceptables que pueden evitarse con una vacunación fácil, sencilla y barata; además esta hepatitis acaba en un 15% de los casos en un cáncer de hígado. Para la hepatitis C no disponemos, por ahora, de ninguna vacuna y por ello la única estrategia de actuación es el tratamiento con antivirales de alta eficacia. Estos fármacos han demostrado tasas de curación cercanas al 90-95%, pero su principal inconveniente es su elevado coste. Ningún país no desarrollado es capaz de afrontar este tipo de terapia y por ello no conseguiremos eliminar este virus mientras quede una sola persona infectada y no diagnosticada. En España se calcula que puede haber hasta 100.000 personas todavía sin diagnostico específico, datos muy parecidos a los existentes con el virus de la inmunodeficiencia.

Para el sida deseamos que los tratamientos prolongados puedan irse implantando a un mayor número de pacientes, facilitando el cumplimiento de la terapia. Pero lo que más deseamos es que todo el mundo pueda y quiera realizarse la prueba del sida y sepa si está o no infectado. El inicio precoz del tratamiento disminuye tremendamente la posibilidad de trasmisión de la infección y por ello la difusión de la enfermedad. Por favor haceos la prueba sin temor, consideraciones o prejuicios, por vosotros y vuestro entorno.

Cada cinco años los investigadores nos dicen que en los próximos cinco años tendremos la vacuna frente al sida, esta frase se repite desde hace treinta y cinco años y no tenemos nada que sea eficaz y proteja de forma eficiente. Las características de hipervariabilidad del virus de la inmunodeficiencia humana y del virus de la hepatitis C van a hacer muy difícil conseguir vacunas que protejan a la población humana, al menos con los conocimientos y tecnología de que se dispone en estos momentos.

Cuando por fin ya disponemos y estamos administrando la vacuna tetravalente frente al papiloma a las niñas (antes se usaba sólo la bivalente), que son la principal diana de prevención, creemos que ya es hora de plantearse su misma aplicación sistemática a los niños de la misma edad. La administración a ambos sexos establece y normaliza la equidad de la vacuna y es la única estrategia que permitiría eliminar con el tiempo este virus de la población humana.

En esta infección los varones actúan como diseminadores del virus y su vacunación evitaría convertirse en vectores de la misma. Es cierto que se incrementaría el coste del programa vacunal, pero se ampliaría el espectro protector más allá del cáncer de cérvix y se alcanzaría protección sobre otras patologías neoplásicas genitales (verrugas, cáncer de vagina, recto) que pueden afectar a ambos sexos.

Nos gustaría que todas las embarazadas se vacunaran de la tosferina y de la gripe y por ello me gustaría hacer un llamamiento a las comadronas y ginecólogos para que entre todos consigamos coberturas por encima de las actuales. Este grupo de mujeres son la esperanza del futuro ya que en ellas recae la supervivencia de la especie; debemos mimarlas y cuidarlas y hacerles ver que los hijos al nacer todavía precisan de la protección materna a través de los anticuerpos que les proporcionan en los últimos meses de la gestación.

Tenemos muchos más deseos pero para ser realistas debemos dejar la lista en este punto. Si tuviera que elegir sólo uno de ellos, sería la eliminación de la polio; habríamos conseguido erradicar del mundo la segunda enfermedad vírica más mortífera, ya lo hicimos con la viruela, a través de la vacunación universal de la población humana.

* Unidad de Virología. Hospital Universitario Son Espases.