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Sensación de solidez

La comunidad internacional y los mercados nos contemplan. El 'proceso' catalán, con sus sucesivas fases que conducían hacia las medidas excepcionales adoptadas gracias a la oportuna previsión constitucional, ha estado en las primeras páginas de los periódicos de todo el mundo, y pese a ello, y aunque no es previsible que las marrullerías del independentismo cesen a corto plazo, la prima de riesgo española, que había subido perezosamente en los momentos más fragorosos de nuestra controversia, ya ha descendido hasta los 94 puntos, el mismo nivel que cinco meses atrás. Asimismo, aunque nadie descarta que Puigdemont mantenga vivo su teatrillo por tiempo indefinido, el turismo regresa a Cataluña, toda vez que nadie teme alteración alguna del orden público. Tan sólo las empresas que se fueron tardarán en regresar, por comprensible inercia y por lo engorroso de tales viajes, que sólo tienen sentido si se basan en certezas constatadas y en previsiones a muy largo plazo. Quiere esto decir que España trasmite sensación de solidez. Tenemos problemas, alguno de ellos grave, pero también disponemos de eficaces herramientas democráticas para resolverlos. Nuestro sistema de convivencia es institucional y políticamente sólido, y, lo que es más importante, el régimen y las libertades han enraizado profundamente en el cuerpo social, que no toleraría que y uno y otras se pusieran realmente en riesgo.

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