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Puritanos

Este es un artículo que no me resulta nada fácil escribir. Entro en un campo de minas y debo andarme con cuidado extremo para no ofender a tirios y troyanas.

Toda mi vida, desde que tengo uso de razón, he sido un feminista convencido. He defendido sin ambages la igualdad de sexos. He sostenido el derecho de las mujeres a condiciones laborales iguales, a ocupar puestos de responsabilidad del mismo modo que los ocupan los hombres, a ser promocionadas sin que sea necesaria una ley de cuotas, a ser madres sin que ello afecte a su trabajo presente o futuro; es donde se encuentra el útero, una circunstancia accidental que nada tiene que ver con la mesa de trabajo. Su derecho a jugar al rugby o al fútbol si les place sin que nadie pueda insultarlas o menospreciarlas por ello. En la mayor parte de las ocasiones mis compañeras o jefas han desempeñado sus labores con más inteligencia, intuición y eficacia que sus pares varones. De hecho, nunca tuve el reflejo de decirme "estoy trabajando con una mujer" porque la falda no era un elemento definitorio de su condición laboral.

También he defendido el derecho de mujeres y hombres a atraerse, a jugar con sus diferencias, a tener relaciones sexuales consensuadas, a coquetear.

Aclaro estos hechos evidentes porque nos invade una ola de puritanismo que es preciso colocar en su justo anaquel..

"MeToo" es la palabra del momento. Es la declaración de un número creciente de mujeres que recuerdan cómo fueron acosadas por hombres el año pasado, hace diez o hace treinta. El acoso adopta muy diversas formas, la más extrema de las cuales es la violencia doméstica que en demasiadas ocasiones resulta en muerte.

Todo empezó con un reportaje de un hijo de Mia Farrow describiendo las prácticas de los jefes de Hollywood, que vendían papeles en películas a cambio de relaciones sexuales con las presumibles actrices. El nombre de Harvey Weinstein, el productor más poderoso de la meca del cine, saltó inmediatamente a la palestra como el de un auténtico depredador que había perseguido y torturado a cuanta mujer se encontrara a su lado. Poco a poco fueron apareciendo otros nombres de actores y directores cuya práctica era también toquetear o imponerse lascivamente a sus compañeras de reparto, a las secretarias y a cuanto se moviera alrededor suyo.

Y apareció "MeToo" o "Time´s up" (se acabó el tiempo). En numero creciente han salido a declarar decenas de mujeres que acusan a decenas de hombres de someterlas a acoso, fuera una fellatio en el coche, una sodomía sobre la mesa del despacho o un simple tocamiento, un pequeño roce hace largo tiempo. Todo esto es horrible. ¿Es tan grande el miedo, es tan enorme la vergüenza, que impide a una mujer denunciar a quien la acosó, a no hacerlo a menos de acudir en tropel a denunciarlo? Los culpables están pagando el merecido precio, cierto. Permítaseme, sin embargo, formular una duda: un depredador homosexual como Kevin Spacey, maravilloso actor, ¿debe ser apartado para siempre de su profesión? Ferdinand Céline, maravilloso escritor (vomitivo antisemita y nazi), sigue siendo leído y sus libros no han sido quemados ni censurados.

La historia de la humanidad es la historia de la sumisión de un sexo al otro; es hora de que eso acabe. Absolutamente. Pero no a riesgo de reescribir la historia. Un buen ejemplo reciente: la Carmen de Bizet fue representada en Florencia hace unos días cambiándole el final. Era Carmen la que mataba a su enloquecido amante y no al revés. ¿La corrección política permite alterar el final de una obra maestra? Vaya estupidez.

Pero estemos atentos al nuevo exceso. Ahora resulta que todo es acoso. Una mirada, un ligero acercamiento que denota el inicio del juego entre sexos. Todo. ¿Acabarán las mujeres endosando el "burka" para defenderse?

La reacción, bastante saludable, ha sido inmediata. Catherine Deneuve al frente de cien intelectuales y artistas francesas firma un manifiesto en el que reivindica el papel del juego entre sexos: "La violación es un crimen. Pero la seducción insistente o torpe no es un delito, ni la galantería una agresión machista. Desde el caso Weinstein se ha producido una toma de conciencia sobre la violencia sexual ejercida contra las mujeres. Era necesario". Pero, añade, no convirtamos a las mujeres "en pobres indefensas bajo el control de demonios falócratas". (La reacción de condena al manifiesto fue inmediata).

No nos rindamos al puritanismo excesivo, no vaya a acabar todo este tema en un nuevo macartismo, dejándonos a los hombres inermes frente a nuestras relaciones con el sexo contrario. Un delito es un delito y una sonrisa es una sonrisa. No confundamos. Armado con una sonrisa no voy a acosar a una mujer en un callejón oscuro y solitario. No está en mi naturaleza.

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