Se acaban de hacer públicos los datos de inversión en Investigación y Desarrollo (I+D) para el año 2016. Pese a que en valor absoluto la inversión en I+D en España crece en un escuálido 0,7%, el peso relativo de la I+D desciende del 1´22% del PIB al 1´19%. Un saldo penoso para una economía que dice que quiere competir en el escenario de la gobalización. El PIB crece, pero lo hace en actividades poco intensivas en I+D. En realidad, desde el inicio de la crisis, nuestra economía no ha levantado cabeza. En tanto algunos países, como Alemania, han buscado la recuperación mediante inversiones en tecnología, nosotros hemos desperdiciado una década: los datos actuales de I+D son similares a los de 2006. Y nos estamos quedando atrás porque los otros avanzan: Corea del Sur e Israel ya han alcanzado el 4´2% de inversión en I+D/PIB. Los líderes europeos, Suiza, Austria y Suecia, superan el 3´2%. Alemania se acerca al 3%, como Estados Unidos. China, la gran superpotencia emergente, ya supera el 2% (la media de la UE). Nosotros perdemos posiciones sin que nadie se inquiete. Aquí, lo verdaderamente importante es la entidad nacional de Cataluña, el encaje de los territorios en el Estado, asuntos románticos que nos retrotraen a antiguas e irresueltas querellas. La modernidad no nos interesa, quizá porque nos obligaría a dar la medida de nuestra dudosa valía y a salir de la constante introspección.
