Cuando tomas el camino viejo de Bunyola, desde la rotonda de Gran Vía Asima del Polígono de Son Castelló es muy probable que el siguiente semáforo te coja en rojo. Son muchos años los que observo desde mi vehículo como una cancha de baloncesto invade el patio central de la parroquia de sa Indioteria. En la mayoría de las veces siempre hay un grupo de jóvenes jugando a la pelota o realizando actividades.

Siempre pienso que detrás de esto, tiene que haber alguien que merezca la pena. Me lo confirma el pasado presidente del Lluc a peu Pep Egea, cuando en una conversación informal me informa de la gran labor que lleva realizando el padre Tomeu desde hace más de treinta años en la barriada. Labor reconocida por innumerables premios como el Ramon Llull en el año 2000. El pasado invierno, le llamé y tuvimos una exquisita conversación tomando un café en esta barriada que se constituyó en el año 1973 con una mezcla de casas payesas y 600 viviendas para los empleados del polígono.

Bartomeu Suau Serra nació en Palma, aunque siempre vivió en Alcúdia. Ingresó en el seminario a los once años en 1954, desde siempre dijo que quería ser sacerdote y dedicar su vida a los demás. Desembarca en el barrio en el año 1979, donde había un gran problema social de drogas, desempleo y delincuencia. Siempre ha sido y es un trabajador de campo, donde el contacto directo con los problemas en primera persona es una de sus mayores fortalezas.

Los comienzos fueron duros, ya que le toca compartir la parroquia con el padre Jordi, un cura de la vieja escuela para el que los nuevos métodos del padre Suau chocan con la tradición eclesiástica. Frustrado por los pocos resultados obtenidos, le pide al obispo de Mallorca que le traslade. Fue enviado al Madrid de los años 80, donde los llamados "curas rojos" realizaron una verdadera revolución social que sería el germen de la teología de la liberación del padre Ellacuría. En los barrios más deprimidos del Pozo del tío Raimundo, Vallecas, Carabanchel se formaron pequeñas comunidades de base, bordeando el comunismo social donde el impacto de la pobreza estaba en el límite cristiano ayudando a la gente. Fueron unos meses de doctorado social radical, barrios donde la heroína campaba a sus anchas, miles de vidas destrozadas que a nadie le interesaban excepto a este gran grupo de sacerdotes, que hicieron ellos solos y sin ningún apoyo, una gran labor tendiendo la mano y ayudando a los parias de la sociedad que nadie quería ver.

Aprendió mucho de ellos y no los olvidará en la vida reforzando su convicción de entrega a los demás. De vuelta de sa Indioteria hace un pacto con el padre Jordi, este se encargará de la parroquia y las homilías y Tomeu se entrega a los vecinos del barrio. Funda en la parroquia el club d'esplai en el año 1980. "Que es un método educativo para los jóvenes en su tiempo libre. Les educas en valores, en saber compartir, elegir las cosas democráticamente. La franja de edad es desde los 6 años hasta los 17. Edad a la que se pueden convertir, si quieren, en monitores. Según Tomeu, los 17 años ya es una edad en la que el joven debe ser independiente y debe decidir por sí mismo, comienza la etapa de adulto donde él solo se debe trazar su destino.

Han pasado miles de jóvenes por el club, ahora son los hijos de aquellos que vinieron en los comienzos. El club se encuentra consolidado con un director, gerente y seis coordinadores. Pero el padre Tomeu no solo se encargó de los jóvenes, abarcó la barriada entera. Me comenta que el gran problema que tienen las barriadas es el anonimato, la falta de raíces y de identidad de grupo. Pronto lo solucionó. Creó una plaza de pueblo donde la gente se pudiese reunir y celebrar las fiestas, un local social de entidades donde las gente pueda acudir a pedir ayuda o a ayudar a sus vecinos, e incluso creó una canción de la barriada: " Sa Indioteria el meu poble com t'estimo molt".

Muchos jóvenes y vecinos han tenido la suerte de reconducir sus vidas gracias al padre Tomeu, que sigue todos los días dándolo todo por los demás. Gran forofo de Papa Francisco: "Ya era hora de que entrase aire fresco del Concilio Vaticano II de Juan XXII y Pablo VI. La Iglesia da sus altibajos pero siempre vuelve la buena noticia de Jesús en los evangelios". Yo añado la frase: "Todo lo necesario para el triunfo del mal es que los hombres buenos no hagan nada".