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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Un día normal, o sea, histórico

En 2017 se consagró la evidencia de que un día normal significa un día histórico, nada menos. Lo contrario supondría un fraude. No existe el riesgo de discriminar a las restantes jornadas, que quedarían relegadas a días infrahistóricos, porque el ciclo informativo de 24 horas garantiza que no haya una sola fecha que no merezca el ingreso en los anales. Esta identificación transitoria queda pendiente de una reordenación del calendario que permitirá denominar días históricos a los que no lo son, antes despachados como días perdidos. Ahora mismo, estos días vulgares escapan a la norma y alcanzan el rango de extraordinarios.

El ser humano es el único animal capaz de conseguir que cada día sea histórico, a menudo mediante el oportuno derramamiento de sangre. El auge imparable de los días enormes o descomunales nos ha pillado desprevenidos. Debimos empezar a preocuparnos en el preciso instante en que los días históricos empezaron a superar en número a los ordinarios. Una solución legislativa, contra la inflación de la historia en nuestra vida, consistiría en promulgar a principios de año un número concreto de días históricos. Serían fijados de antemano al igual que ocurre con las festividades, y sin conceder oportunidad al extravío. El terrorista, el goleador o el gobernante deberían atenerse estrictamente al calendario para perpetrar sus hazañas.

La salud pública no puede soportar el superávit actual de historicidad. El ciudadano desatiende a su familia próxima para atender a los desvaríos de la historia grandilocuente. El etiquetado masivo de días históricos viene lastrado por un punto de soberbia colectiva. Necesitamos proclamar que hemos experimentado más emociones que las generaciones precedentes, con un par de jornadas remarcables a lo largo del año. Puestos a pedir, reclamamos de 2018 un aligeramiento de los días memorables, ya sea por la gloria o la infamia que acarrean. Hoy mismo, no deseamos coincidir con ningún acontecimiento señalado. Nos basta con un día más. Ni menos.

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