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Luis Sánchez Merlo

La cena de Nochebuena y el final de la Operación Copérnico

La distinción entre los hechos y la ficción y entre lo verdadero y lo falso ya no existe Hannah Arendt

La operación Copérnico, así denominado el despliegue de Policía Nacional y Guardia Civil en Cataluña, se inició a finales de septiembre y termina mañana, de acuerdo con la reciente decisión anunciada por el Gobierno. Los miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado que volverán a sus destacamentos y a sus poblaciones de origen, han estado casi un centenar de días a cargo de un operativo cuyas misiones han consistido en impedir el referéndum ilegal del 1 de octubre, dar cobertura a la entrada en vigor del 155 y asegurar el proceso electoral del 21 de diciembre.

A quienes llevan meses viviendo en condiciones muy precarias en barcos en los puertos de Barcelona y Tarragona, se les ha hecho cuesta arriba estar alejados de la familia, del centro de trabajo y de su entorno social. Si a ello se añade la hostilidad ambiental que llevan soportando desde su desembarco en Cataluña (se han visto obligados a desalojar, en mitad de la noche, sus habitaciones en hoteles costeros, como consecuencia de la presión vecinal) y el magro complemento de sueldo que perciben, no compensa tanta desventura.

Si a esto sumamos la odiosa divergencia entre lo que ganan y lo que perciben sus homólogos autonómicos, sin razón conocida que lo justifique, es decir, con discriminación, la experiencia se convierte en una contrariedad in terminis. ¿No habíamos quedado en que a igual trabajo, igual salario?

No haría falta añadir nada más para atender las demandas razonables de los Cuerpos de Seguridad del Estado, pero la opinión pública ha tenido conocimiento de una foto, divulgada a través de las redes sociales, con una bandeja, parece que incompleta, reflejo de la cena de Nochebuena de policías y guardias civiles, lo que ha venido a completar el berrinche general. Parece que los políticos presos en Estremera (Madrid) han tenido más suerte con el menú de Nochebuena y no puede uno por menos que alegrarse por ellos, pero no estaría de más conocer los detalles sobre la forma en qué se ha gestionado el cáterin en los barcos atracados en los puertos catalanes.

Porque la incidencia, en la cuantía en que se haya podido producir, denota desinterés, ya que estos barcos dedicados a viajes turísticos por el Mediterráneo, tienen unos servicios de restaurante, no muy ensalzados, precisamente, por los sufridos cruceristas. El capitán del barco donde tuvo lugar la cena, propiedad de la compañía italiana Grandi Navi Veloci (GNV), encargada de gestionar el crucero Rhapsody, se ha sacudido el problema con la evasiva de que en Italia no se celebra la Navidad de la misma manera.

No cabe pensar que cualquier desaprensivo se haya aprovechado de la excepcionalidad de la situación para hacer negocio. Tampoco, lo que pensarán los Mossos de Esquadra cuando se hayan enterado de las desventuras de sus colegas ocasionales en sus primeras navidades catalanas.

Estas cosas, que parecen pequeñas a fuer de ser engullidas por las grandes, tienen que ver con la calidad democrática de un país. El trato a sus fuerzas armadas y a los cuerpos de seguridad del Estado debe ser respetuoso y acorde al riesgo que corren y la función protectora que desempeñan. Quien no entienda esto, es que no se ha parado a pensar en el trato que reciben el Ejército y la policía en países desarrollados, en los que la seguridad y la defensa gozan de la consideración social merecida.

La irritación que ha provocado el conocimiento de estos detalles a través de las redes sociales, es, en sí misma, una buena noticia. Aunque resulta que, además del triste plato de espaguetis y las cuatro croquetas de bar de carretera, que se veían en las fotografías difundidas en las redes sociales, se ha sabido después que los agentes alojados en el barco también cenaron langostinos y embutidos. La polvareda levantada ha llevado al ministro del ramo a prometer la apertura de una investigación, lo cual no deja de ser, en cualquier caso, una revisión profiláctica. Aunque no hacen falta investigaciones, que luego se pierden, si no ceses. A quienes correspondan. Porque estas son las cosas concretas que hay que ir arreglando para tener un país más decente, más solvente y, en definitiva, más serio.

El episodio de la cena coincide con el punto final a la operación Copérnico. No puede ser casual que el malestar llegue el mismo día que se anuncia la fecha de finalización de este despliegue. El propio estacionamiento de los barcos ya revelaba imprevisión. Pero fijémonos sobre todo en la ausencia del Estado y sus estructuras en Cataluña€ sin olvidar que tampoco iba a haber referéndum.

Quedan aún cuestiones por responder: ¿no resultará prematuro poner fin a la Copérnico cuando quedan tantos interrogantes pendientes? ¿A quién tenemos que creer para saber qué cenaron y quién pagó los complementos? ¿Acaso nos tendremos que acostumbrar a vivir entre lo verdadero y lo falso?

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