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EL INGENUO SEDUCTOR

A pesar de

"Apareces en un reportaje de chulazos maduros".

Leer esa frase en la pantalla de tu WhatsApp un lunes por la mañana es muy desconcertante. La envió un amigo adjuntando a la conversación dos fotos a las páginas de una revista, a modo de acta notarial. Entonces comprendí que la revista LGTB andaluza Togayther, en la sección "Chulazos", publicaba el reportaje "Reinventando al madurito interesante" y me nombraban como un ejemplo de ambas cosas (aunque si lo pienso fríamente, soy un ejemplo de las tres, incluido el verbo). Transité, con cierto rubor, de la incredulidad al agradecimiento hasta que advertí el texto del subtítulo.

"Hombres que son un claro ejemplo de que se puede seguir siendo atractivo y tener buen cuerpo a pesar de haber alcanzado la madurez".

Ahí estaba esa locución, ese "a pesar de" que, inconscientemente en la mayor parte de los casos, perpetúa una idea errónea y que nosotros, como periodistas, deberíamos desterrar de nuestras redacciones cuando pretendemos modificar o subordinar algo relacionado con el físico a otro concepto vinculado al atractivo y la subsecuente aceptación social. Aunque la premisa del reportaje era precisamente romper los tópicos y prejuicios sociales respecto a la edad, acababa reincidiendo en aquello que pretendía rebatir al utilizar ese "a pesar de" como si el simple hecho de cumplir años ya fuese un demérito a superar. Resulta tan ingrato como esos titulares, siempre con una mujer protagonista, que elogian su estupenda silueta "a pesar de" haber sido madre recientemente. Eso me llevó a pensar en el sendero común que mujeres y hombres homosexuales hemos recorrido durante años. El propio movimiento LGTB bebe de los principios y las teorías feministas y, a su vez, repite las mismas contradicciones. Especialmente el colectivo gay.

Parece incuestionable el poder que el aspecto físico tiene en nuestra sociedad. Sin embargo, es el único poder al que no se puede aludir directamente sin ser criticado por ello. Mujeres y hombres, atractivas y atractivos, utilizan su físico más allá de la simple captación afectivo/sexual. Les abre puertas, les ayuda en la búsqueda de empleo, les proporciona un estatus social, pero no puede mencionarse. Todos adoramos el físico pero resulta poco elegante, incluso descortés, aludir a las ventajas de ese físico. Para democratizar esa belleza, que antes estaba en posesión de unos pocos, hemos convertido el culto al cuerpo en una escalera a ese olimpo de seres deseables e inalcanzables. Es tal ese privilegio que la única manera de seguir manteniendo su halo de exclusividad es, precisamente, discriminando la diferencia. Y esta sociedad lo hace con una crueldad asombrosa: no a la grasa, a los cuerpos no normativos, a los defectos y, por supuesto, a la edad.

Es curioso que los hombres gais, que tanto sabemos de discriminación y estigmas, nos estemos ajustando las mismas argollas que la mujer lleva siglos intentando romper. Un hombre gay hoy, en occidente, solo interesa si es atractivo y joven. Exactamente la misma injusticia impuesta a la mujer solo que, en nuestro caso, no es el patriarcado quien nos la aplica; lo hacemos nosotros solitos. Sería muy interesante debatir sobre las razones que nos empujan a ello pero cada vez que, con la mejor de nuestras intenciones, aludimos al atractivo "a pesar de" tener cincuenta años, "a pesar de" haber dado a luz, "a pesar de" tener unos kilos de más, estamos contribuyendo a perpetuar unos valores poco ejemplares.

En el reportaje se mencionaba mi cuenta de Instagram y se invitaba a visitarla. Un amigo me comentó en una ocasión que resultaba contradictorio criticar a la gente que vendía cuerpo en las redes cuando yo hacía lo mismo. No creo que ese sea el atractivo de mi cuenta pero nunca he criticado a alguien por posar en ropa interior en sus redes sociales. Al revés, lo aplaudo. Lo que me pregunto es si esa gente se haría las mismas fotos teniendo un físico como el mío. Por eso, y "a pesar de" ese subtítulo, agradezco a esa revista su apuesta por otros cuerpos y fisonomías que no sean los homogeneizados.

¡Ah, y una cosa más! Me parezco muy poco al "madurito interesante" al que cantaba Martirio en los ochenta. Me esfuerzo mucho en la seducción, peleo en cada conquista -aunque en esta época digital la conquista dure lo que dura un café y luego, silencio-, disimulo estar de vuelta de muchas cosas pero les aseguro que el corazón no está helado. Eso mis pies, que son estalagmitas. Quien lo probó, lo sabe.

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