Muchos medios de comunicación, digitales y analógicos, han publicado días pasados, coincidiendo con la Cumbre del Clima de París, una histórica fotografía del presidente de Francia, Emmanuel Macron, con el creador de Microsoft, el hombre más rico del mundo, Bill Gates. Ambos están hablando en la capital francesa de las vicisitudes de la reunión, a la que no asiste el presidente norteamericano Donald Trump -quien ha borrado a los Estados Unidos de este empeño multilateral- y que ha registrado tanto el liderazgo de la Unión Europea en esta apuesta cuanto el interés de la sociedad civil en participar en el salvamento del planeta. A la larga, Trump y su legión de insensibles escapistas no se saldrán con la suya.
Digan lo que digan los negacionistas, el riesgo provocado por el calentamiento global es ya notorio y está siendo reconocido. Ha sido muy interesante comprobar como los inversores internacionales -han acudido a París 225 grandes fondos que gestionan más de 22,4 billones de euros- han comenzado a presionar sobre las grandes compañías más contaminantes, que se quedarán sin financiación si no corrigen sus políticas ambientales.
Se ha visto, en fin, que la ausencia de algún ocasional iluminado, como Trump, ya no puede frustrar el empeño porque este se ha socializado. Todos, cada ciudadano en la soledad de su conciencia, cada empresa en el cuidado de su interés y de su entorno, cada país en la defensa de su seguridad ambiental, tiene que aportar su esfuerzo al empeño de sobrevivir al siglo XXI. Sencillamente.
