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Ramón Aguiló

El canturreo de la Moleskine

Cuando en 1986 Bruce Chatwin acudió como de costumbre a la papelería de la rue de l'Ancienne Comedie de París, a comprar para su próximo viaje a Australia los cuadernos negros de puntas redondeadas y una goma que mantiene las cubiertas cerradas, a los que había bautizado como "Moleskine" (algo así como "piel de topo") y había convertido en legendarios, los mismos que utilizaron Van Gogh, Hemingway o Picasso, le dijeron: " Le vrai Moleskine n'est plus". El taller que los fabricaba había cerrado. En 1995 una lectora de Chatwin, María Sebregondi, se propuso recuperarlos. Para ello fundó en 1997 con la editorial milanesa Modo&Modo la marca Moleskine. Desde siempre se sabe que los catalanes pudientes son más modernos que los madrileños en todo lo que afecta a la moda. Solamente por la hechura del traje o el dibujo de la corbata se puede distinguir a un barcelonés de un madrileño, más partidario este último de "lo clásico". No podía ser diferente en lo que se refiere a la mitomanía y exquisitez de los trebejos de la cultura. El segundo de Junqueras, Josep Maria Jové, tomaba notas de sus reuniones con el "pinyol" del procés en su Moleskine a lo largo de 2016 y 2017. Puigdemont, Junqueras, Romeva, Artur Mas, Jordi Turull, Marta Rovira y Carme Forcadell, aparecen en sus hojas como el comité estratégico que prepara la independencia, dejando sus impresiones sobre su organización, sus dificultades, temores, necesidades. Tras su incautación por la Guardia Civil, la Moleskine se ha convertido en una de las principales pruebas de cargo que, simultáneamente, le habrá generado una publicidad impagable que asegurará por mucho tiempo su presencia en el mercado.

De lo nocivo de su contenido para los intereses del independentismo dan cuenta las airadas reacciones de sus líderes, como el propio Puigdemont, el ceñudo carlista empecinado, que, desde su refugio belga, consciente de la carga explosiva que contiene la Moleskine, ha pretendido descalificarla tanto como posible prueba de cargo en el proceso penal que se avecina, como de documento revelador de la radical diferencia entre lo que los líderes pensaban en realidad del procés y lo que públicamente decían a su electorado; un documento que deslegitima a sus protagonistas. Otro líder independentista, Carles Campuzano, ateniéndose a una de las tácticas más eficaces del independentismo, la de presentarse con el victimismo de un movimiento pacifista, dialogante y democrático contra el que usa la violencia un Estado autoritario e inequívocamente franquista, cuando no claramente fascista (en boca del conseller exilado Antoni Comín, gay, cristiano e independentista), acusa en el Congreso de los Diputados al Estado de una caza de brujas con la que encarcelar a los nacionalistas en base a una simple libreta con notas personales sobre unos hechos que sólo reflejan impresiones subjetivas de su autor.

De la lectura de la Moleskine se desprende el desprecio de los dirigentes independentistas por la verdad. Mintieron a la sociedad catalana al asegurar que la vía del referéndum unilateral y la DUI conducirían a la independencia mientras ellos (Junqueras) afirmaban que la vía unilateral llevaría al fracaso, pues no tenía sentido; que en Europa sin unos resultados superiores al 50% nadie les haría caso. Mientras Artur Mas mostraba su preocupación por la posible salida de empresas, de La Caixa y del Banco de Sabadell, de Cataluña, no se recataba, retador, de declarar públicamente que ninguna saldría de Cataluña, más aun, que se pelearían por instalarse en una Cataluña independiente. Si, a pesar de esas consideraciones insistían en su determinación era porque consideraron frívolamente (Romeva) que, aunque el Estado no estuviera dispuesto a dialogar para pactar el proceso de independencia, debían forzarlo hasta el extremo, para que una Europa que les advertía de la imposibilidad del mismo, obligara al Estado a negociar la separación. El documento evidencia una flagrante responsabilidad de los reunidos como comité de estrategia del procés independentista, como trama organizada para lo que fue un intento de golpe de Estado contra la Constitución y el estatut de autonomía.

La pregunta pertinente, a la vista de la actuación golpista, es si fue un engaño de sus élites, que fue secundado por una parte de los catalanes, imbuidos por la ideología supremacista nacionalista, su acendrado espíritu comunitario y scout, su místico romanticismo político (creyente en una nación milenaria de genes en común con los franceses y distintos de los españoles, más parecidos a los de los moros, su creencia de ser, a similitud del pueblo judío, un pueblo elegido), o fueron las élites, como ellos mismos han afirmado, que no tuvieron más alternativa que sumarse a una demanda expresada en las sucesivas manifestaciones multitudinarias de cada once de setiembre promovidas por la ANC y Òmnium Cultural. Ha habido interacciones en los dos sentidos, sin olvidar la huida hacia adelante de Mas y una CiU acosados por la corrupción, y la crisis económica y social. Los insultos de Jordi Hernández Borrell, director del Centro de Nanociencia, contra Iceta ("tiene los esfínteres dilatados") y de Toni Albà contra Arrimadas ("mala puta"), ilustran el viaje al centro del delirio de buena parte de unos catalanes desquiciados. La Moleskine ha tenido la virtud de mostrar la hipocresía, la mentira, la irresponsabilidad y la frivolidad de sus dirigentes. Iceta, antes del 21D y su juicio, ya quiere indultarlos.

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