Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Por el periodismo

Cuando -de pequeña- me preguntaban qué quería ser de mayor, siempre contestaba que profesora. Desde que tengo uso de razón me han encantado los críos. Es uno de aquellos trabajos que casi siempre se suelen tener claros; como el de médico o periodista. Por aquello que llamamos vocación, que no es sino amor por lo que uno hace. En mi caso, el gusanillo periodístico llegó en la adolescencia tardía. Entonces me debatí entre lo que siempre había querido ser y aquello nuevo que me llamaba la atención. Como tantas otras veces en la vida, elegí mal. Me di cuenta el día en que -después de un par de años dando clase- tuve que darle explicaciones a un padre por haber suspendido a su hija. Y, oigan, yo estaba dispuesta a lidiar con 30 sacos de hormonas e intentar que pensaran un poco sobre el mundo que les rodea; pero con sus progenitores ya no hay nada que hacer. Y, en cualquier caso, tampoco era mi tarea.

Así que con 26 años luché por lo que quería y volví a la universidad. No sin retrasar por ello el resto de planes para mi vida y darle un disgusto a mi madre que puede que ya me haya perdonado. Les cuento esto porque uno no se hace periodista por casualidad. Quiero decir periodista de verdad. Porque eso significa estar 4 días seguidos trabajando al sol en plena ola de calor descansando únicamente para dormir 6 horas porque hay un incendio en Andratx. O meses de jornadas interminables de interrogatorios en un juicio como el del caso Nóos. Y quejarte por el cansancio. Pero a la vez saber que no querrías estar en ningún otro sitio en el mundo.

Por supuesto que hay buenos y malos periodistas. Y prácticas censurables. También errores y meteduras de pata considerables. Como en todas las profesiones; sólo que en el periodismo son más visibles porque trabajamos para que se nos vea, oiga o lea. Para contarles cosas. Porque, en un momento en que las redes se inundan de millones de informaciones, hace falta que alguien las cribe y las contraste. Con mayor o menor acierto u honradez profesional. Puede que incluso desde un punto de vista que no compartamos; pero -afortunadamente- para eso hay una solución: cambiar de canal o comprar otro periódico. Y nada de eso sale gratis.

Quiero decir que los periodistas también pagamos facturas, alquiler o hipoteca e incluso tenemos hijos. Se nos exige la máxima objetividad posible y rigor a la hora de trabajar; es bueno que así sea. Pero el periodismo no se hace solo. Tal vez es hora de plantearse que también hay que estar dispuesto a pagar por él como pagamos para ver series o partidos de fútbol. Algunos de mis conocidos se me quejan porque no pueden leer estas líneas sin ser suscriptores del diario. Sé que este no es un artículo para el Pulitzer, pero me cuesta un tiempo idearlo, escribirlo y revisarlo antes de mandarlo para que se publique. Pero eso no importa. Porque lo queremos todo gratis y todo ya.

Y hay que empezar a pensar en pagar por una cuestión de supervivencia de la profesión. Porque muchos de mis compañeros son falsos autónomos, han estado más de dos meses y medio sin un día libre o más de un año y medio sin vacaciones. O cobran menos de 13 euros brutos por una hora de trabajo en fin de semana o festivo. O 30 euros por una pieza de televisión sólo si se emite; si la cadena decide no hacerlo, no la paga aunque el trabajo esté hecho. Algunos fotógrafos perciben una vigésima parte de lo que recibirían en un periódico alemán por una imagen profesional. Hay demasiados ejemplos. Y somos trabajadores cualificados.

Muy pronto oirán también hablar de nosotros. Sí. De los que hemos sido capaces de hacerles llegar las quejas de las kelys por su excesivo volumen de trabajo y sus consecuencias físicas, de los que hemos denunciado los efectos de los recortes en sanidad o educación en la calidad de los servicios que recibimos todos. Porque usted, ciudadano, debe asimismo ser consciente de que sin buen periodismo no hay democracia. Y que eso requiere de condiciones dignas. La vocación no puede ser excusa para precarizar el ejercicio de la profesión.

Posiblemente sea cierto que somos individualistas o excesivamente competitivos. Solemos tener un ego importante. Pero no es menos verdad que muchos hemos alzado la voz ante los continuos intentos de acallar a nuestros compañeros por parte de quienes no quieren oír lo que dicen. Es hora de extender esa solidaridad a las condiciones laborales. Esa es la intención con la que renace el Sindicato de Periodistas de Baleares (SPIB). Déjenme -por una vez- dirigirme a mis colegas para pedirles un voto de confianza para un nuevo grupo de gente al frente de un sindicato que pudo haberles decepcionado. Crecí con una radio pegada a la oreja. He peleado mucho por llegar a esta profesión. Es hora de volver a hacerlo por su futuro. Y, también, por ustedes.

Compartir el artículo

stats