Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La mayoría silenciada tampoco vota PP

Rajoy desearía suspender las elecciones a la Generalitat al igual que la orden de detención de Puigdemont, olvidó que las catalanas solo se votan de momento en Cataluña aunque todo se andará

Salvo que el CIS a las órdenes de Soraya Sáenz de Santamaría solo encuestara a independentistas en su barómetro preelectotral de Cataluña, la única conclusión posible es que la mayoría silenciada tantas veces reivindicada por los populares tampoco vota PP en esa comunidad. Pese a que Rajoy presume de haber salvado a los catalanes de sí mismos, prácticamente ninguno de ellos parece dispuesto a agradecérselo. A lo sumo, huyen del presidente a Ciudadanos. De nuevo, con datos cocinados en Madrid.

Rajoy desearía suspender las elecciones a la Generalitat al igual que la orden de detención de Puigdemont. El presidente del Gobierno olvidó que las catalanas solo se votan de momento en Cataluña, aunque todo se andará. En anteriores ediciones, las escuálidas prestaciones de los populares quedaban oscurecidas ante las disputas sobre la dimensión de la marea independentista. Con el foco colocado por el ejecutivo en los comicios a través del 155, será difícil de explicar que el PP pueda convertirse en el séptimo partido entre siete contendientes.

Es probable que el PP también perdiera si se presentara en solitario a las elecciones catalanas, de acuerdo con la pretensión de Pablo Casado de que los restantes partidos políticos deberían ser ilegalizados por falta de fuelle patriótico. Con los secesionistas tomando Bruselas como una final de la Champions League, el independentismo sobrevive al destierro, a la cárcel y a la traición cobarde de sus dirigentes. Algún juez comprenderá un día que no se trata de un proceso liderado desde la cúpula, sino impulsado desde la base.

Según el CIS comandado por el Gobierno, tres de cada cuatro catalanes apuestan por la independencia o por una autonomía más musculada que la actual. Un 98 por ciento de integrantes de este pueblo desagradecido aseguran que no van a votar al PP. En algún momento, Rajoy puede recapacitar si le hubiera convenido un acuerdo con el Puigdemont que imploraba una salida decorosa, en lugar de perseguir únicamente la humillación del adversario mediante una interpretación forzosa y forzada del 155.

La independencia de Cataluña está tan alejada de la realidad (44 por ciento según el CIS) como el aplastamiento de los independentistas. En especial, cuando un partido ducho en la corrupción en sus más artísticas variantes ha desalojado temporalmente a una Generalitat amada por sus gobernados, una vez más según la encuesta. El Gobierno insiste en que Junts pel Sí se ha desentendido de la gestión política, para limitarse a cebar la utopía secesionista. Es posible, pero el balance positivo de estos dos años alcanza unos niveles que Rajoy no pudo disfrutar ni en sus primeros meses de Gobierno en 2012.

Según el CIS, el encarcelado Oriol Junqueras (5,1) y el desterrado Puigdemont (4,8) casi doblan la puntuación del Gobierno español en el mismo barómetro. Desde luego, Rajoy no puede ni soñar con alcanzar esas cifras entre sus gobernados, apenas las corona entre los militantes del PP. Por tanto, requiere una desfachatez notable perseguir hasta la prisión a quienes tanto le aventajan en el fervor de sus súbditos.

La institución de Soraya Sáenz de Santamaría, que siempre sobrepuja a Ciudadanos, coloca esta vez al partido emergente en la cima de sus pronósticos a la Generalitat. Sin embargo, en cuanto la pregunta se tuerce hacia "quién preferiría usted" que fuera el nuevo president de Cataluña, el muy odiado Puigdemont (28) anula prácticamente a los muy jaleados Iceta (16) o Arrimadas (15). Con el agravante de que la formación de Albert Rivera suscita una animadversión notable. Tres de cada cinco catalanes aseguran que "con toda seguridad, no la votarían nunca". Resulta superfluo especificar qué partido de dos letras ha conseguido que tres de cada cuatro catalanes juren que jamás lo apoyarán.

Desde el morbo, alguien puede preguntar qué nota alcanza García Albiol entre el conjunto de la población catalana. Un 1,8, por debajo de la calificación que un recién divorciado daría a su cónyuge. Por supuesto, este veredicto demoledor incluye a la benévola mayoría silenciada. A falta de suprimir unas elecciones a medio disputar, el PP suspira cuanto menos para que la debacle anunciada no sea aprovechada por Ciudadanos para cimentar su consolidación en toda España. Por tanto, en los altares de La Moncloa se reza hoy a San Puigdemont y al mártir San Junqueras, para que su auge oscurezca en lo posible a la pujante Arrimadas. No es personal, solo es política.

Compartir el artículo

stats