Portugal está haciendo muy bien las cosas últimamente, con su coalición de izquierdas al frente, que ha tomado con tino el pulso al pequeño país pese a los pronósticos que anunciaron un irremediable fracaso de la fórmula. Y, además de haber consolidado el definitivo ascenso económico, Lisboa acaba de conseguir un gran éxito diplomático al colocar a Mário Centeno, ministro de Exteriores, al frente del Eurogrupo, en sustitución del insoportable Dijssebloem, Portugal ya llevaba una carrera internacional muy aseada: el socialdemócrata del PSD (conservador) Durao Barroso, que fue primer ministro portugués, ha presidido recientemente, y durante diez años (2004-2014), la Comisión Europea, y António Guterres, también al abandonar la jefatura del Gobierno, alcanzó primero el alto comisariado de Naciones Unidas para los Refugiados (2005-2015) desde el que ha dado el salto a la secretaría general de la ONU en enero.
Mientras tanto, España perdía en 2012 el último alto cargo europeo ( José Manuel González Páramo dejaba de ser miembro del directorio del BCE), y Luis de Guindos fracasaba después en un intento de situarse al frente del Eurogrupo. Ahora, el ministro español pretende una vicepresidencia del BCE. Ojalá la consiga, pero nuestro déficit seguirá siendo llamativo: Italia, país comparable al nuestro, preside el BCE, el Parlamento Europeo y una italiana es la Alta Representante de Política Exterior. Nada que ver con lo nuestro.
