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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Artillería y automóviles

Cada vez que contemplo una foto de José Hila, sé que otro barrio de Palma va a sufrir los embates de la corrupción. De la construcción, quería decir, aunque nadie va a notar la diferencia. Desde que han retirado su busto del sillón de alcalde, se pasa el día anunciando obras en una ciudad asfixiada por el cemento. Aunque ya nada pueda sorprendernos en el partido de Matutes antes llamado PSOE, el semialcalde ha llegado al extremo de anunciar un centro cultural en la antigua prisión aconsejando a los artistas que utilicen pintura acrílica de secado rápido, porque en cualquier momento puede enviarles las grúas.

Con este método de construcción preventiva, Hila avisará cualquier día al obispado de que la Catedral se consagrará al culto de la segunda religión verdadera hasta que se presente un promotor extranjero con una oferta irresistible. Sin embargo, los planes futuros del partido de Matutes deben preocuparnos menos que su propósito consolidado de destruir cualquier esperanza en los antiguos cuarteles de Automóviles y Artillería, ambos en la sección palmesana de la carretera de Valldemossa. De nuevo, una barriada congestionada y sin sombra de zona verde va a ser condenada al colapso para exportar el negocio.

¿Conoce el Pacto de Progreso el significado de la palabra parque? El excitado Noguera sucedió a Hila, aunque la mayoría de palmesanos ni se hayan enterado, al grito de "tengo un proyecto de ciudad". De muchas plantas minerales, por lo visto. Y siempre con el sonsonete de que en el cuartel donde se permitían un millón de viviendas solo podrán levantarse medio millón, cuando los promotores se darían con un canto en los dientes si edificaran un centenar. Eso sí, con un lindo carril-bici para acabar de maltratar a los vecinos. Aparte de eternizar las plagas de antigüedad bíblica de la suciedad y el ruido de Palma, los progresistas han resucitado el fantasma del cemento. Por fortuna, de ellos no quedará ni rastro en cuanto M. Rajoy convoque elecciones a Cort. Por lo menos, que no puedan reprocharnos que no se lo advertimos.

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