La población humana envejece, mejor dicho aumenta su esperanza de vida. Pero esa mayor longevidad también va asociada a mayores, o quizás, nuevos problemas de salud. Los cálculos realizados por la Organización Mundial de la Salud predicen que en 2020 cerca del 50% de las personas infectadas por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) tendrán 50 años o más. La incidencia en esta población adulta es doce veces superior en las personas afroamericanas y cinco veces en los hispanos en comparación con los caucásicos.

La trasmisión entre hombres que tienen sexo con otros hombres sigue siendo, en este grupo de edad, la forma más rápida y frecuente de contagio; aunque las prácticas sexuales sin protección con prostitutas o parejas múltiples siguen representando un riesgo elevado. Entre las personas de 50 años o más, el 49% de los nuevos diagnósticos de VIH en 2015 fueron hombres homosexuales y bisexuales, el 15% hombres heterosexuales, el 23% mujeres heterosexuales y el 12% personas que se inyectan drogas. De las 6.721 fallecidos por VIH en 2014, 2610 (39%) tenían más de 50 años.

Estos datos coinciden con otros que también demuestran que se está produciendo un incremento importante en las conductas sexuales de riesgo en la población adulta, este hecho va asociado a su vez a un incremento mayor en los casos de infecciones de transmisión sexual (sífilis, gonococia, herpes). Así se ha comprobado como los adultos utilizan los preservativos en sus relaciones sexuales seis veces menos y se someten a la detección del VIH cinco veces menos que los adultos jóvenes entre 20-50 años.

La infección por el VIH se ha considerado típica de edades jóvenes de la vida, dada la población que afecta. Los estudios epidemiológicos así lo confirman, por ejemplo, el 88% de los pacientes afectados por esta enfermedad en España tiene una edad por debajo de 39 años, pero esta infección, aunque en una proporción mucho menor, también se está incrementando en las personas de edad avanzada en nuestro país.

Es posible que los adultos jóvenes que proceden de la era de la revolución sexual de los años 60 y 70 (libertad y promiscuidad sexual), y que tienen en la actualidad más de 50 años, sigan en general manteniendo muchos de los comportamientos de riesgo que eran aceptables en aquellos tiempos. Este colectivo recibe y solicita mucha menos información sobre el VIH y el SIDA y sobre los riesgos de adquirirlo que la población joven; parece que ellos estén inmunes a esta enfermedad (no va con ellos o pasan de ella) y por lo tanto no siguen conductas sexuales adecuadas.

Algunos estudios parecen indicar que la infección por el VIH a partir de los 50 años determina una presentación clínica distinta, siendo en general mucho más tardía, con un difícil diagnóstico de sospecha e incluso con un incremento en el riesgo de mortalidad precoz. Además, algunos factores relacionados con la edad también exponen a los adultos mayores al riesgo de contraer la infección por el VIH. Por ejemplo, es posible que los adultos mayores que reinician relaciones sentimentales después de un divorcio o del fallecimiento de su pareja desconozcan el riesgo de infección por el VIH y no usen preservativos en sus nuevas relaciones sexuales, acostumbrados a no hacerlo con su pareja anterior. El adelgazamiento y la sequedad vaginal, por causa de la edad, pueden aumentar el riesgo de infección por el VIH en las mujeres mayores. Además, es posible que las mujeres, que ya no se preocupan por el embarazo, no usen el preservativo femenino ni le pidan a su pareja que lo utilice durante las relaciones sexuales.

La actividad sexual parece ser la principal forma de transmisión del VIH en las personas mayores. Con la aparición de los fármacos que favorecen la erección masculina se ha prolongado la actividad sexual de las personas mayores, pero no se ha incrementado la conciencia suficiente sobre la importancia del uso del preservativo en esta población que es menos propensa que las generaciones jóvenes a mantener relaciones sexuales protegidas.

Algunas personas mayores pueden sentirse avergonzadas de hablar sobre la prueba de detección del VIH con su médico de familia. En los adultos mayores, los síntomas de infección por el VIH pueden interpretarse equivocadamente como parte del envejecimiento natural o de las enfermedades relacionadas con la edad (diabetes, demencia). Como consecuencia, la prueba de detección de este virus no suele ofrecérseles. A pesar de estos factores relacionados con la edad, algunos estudios han demostrado que los adultos mayores se ciñen más a sus regímenes de tratamiento frente al VIH, o sea, que toman sus medicamentos antirretrovirales todos los días exactamente como se los recetaron, mucho más que los adultos más jóvenes.

El envejecimiento natural provoca cierto deterioro del sistema inmunológico, es el fenómeno de la senescencia o menor respuesta. Sin embargo este grupo responde ante el VIH de la misma manera que los pacientes jóvenes. Esto puede deberse a que algunos medicamentos anti-VIH (antirretrovirales y otros) fortalecen el sistema inmunológico.

La madurez y vejez son dos etapas muy intensas en la vida de las personas; cada vez se alargan más y con mejor calidad de vida. Debemos preocuparnos de que estas personas reciban la misma información que los más jóvenes referentes al SIDA y de las medidas para evitarlo. Una pequeña conversación con el médico de confianza puede aclarar muchas dudas y evitar sorpresas no deseables. Realizarse la prueba del VIH a cualquier edad es un proceso rápido y fácil y nos permitirá afrontar la actividad sexual con las medidas preventivas más adecuadas. No dejes que el SIDA estropee una de las mejores etapas de tu vida.

* Doctor de la Unidad de Virología del Hospital Universitario Son Espases