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Antonio Papell

El estancamiento del nacionalismo catalán

Circula, con respecto a Cataluña, el tópico de que los errores, reales o imaginarios, de "Madrid" con relación a dicha comunidad autónoma y la aplicación de políticas que se juzgan recentralizadoras generan oleadas de independentismo en el Principado. Y no es objetivamente así: el periodista Manuel Riaño ha publicado un documentado trabajo en un diario digital en que demuestra que el independentismo está desde hace años estancado en las urnas con precisión casi milimétrica: dos millones de catalanes.

En realidad, este cómputo no se refiere tanto a los independentistas sino a los votantes nacionalistas, y lo que ha ocurrido es que formaciones nacionalistas que no eran en la práctica independentistas (aunque sí mantuvieran la independencia como horizonte en su ´programa máximo´) se han deslizado hacia el independentismo (sin que esté claro que todos sus seguidores hayan hecho otro tanto). El caso más visible ha sido el de CiU, que del catalanismo moderado ha pasado, con otro nombre, al independentismo radical, tras perder por el camino la adherencia de la democristiana UDC.

Los cálculos que presenta el periodista demuestran el estancamiento en torno a esos dos millones y la tendencia del nacionalismo a bajar cuando sube la participación. En 2012, la suma de CiU (30,7%), ERC (13,7%), CUP y Solidaritat per la Independència -SI- (4,75%) alcanzó el 49,15%. En 2010, CiU (38,43%), ERC (7%), SI y Reagrupement (4,56%) lograron el 49,99%. En el referéndum ilegal del 1-O, según la Generalitat, votaron que ´sí´ a la independencia 2.044.038 catalanes; son prácticamente los mismos que dieron su apoyo al Estado catalán en el 9-N organizado por Artur Mas: 2.093.935. Entre medias, en las autonómicas del 27-S de 2015 hubo 1.966.508 catalanes que optaron por Junts pel Sí o la CUP; fueron un 47,8% de los electores. Es evidente que quienes pusieron más o menos a voleo las cifras de las consultas caóticas e informales se ajustaron a los resultados de las elecciones cercanas para que no chirriase en demasía el resultado.

Además, el periodista afirma, y demuestra con datos, que también las demás sensibilidades políticas se mantienen prácticamente constantes: "La estabilidad se puede observar si se atiende a los otros dos elementos del tablero: el constitucionalismo, encarnado principalmente en el PSC, PP y Ciudadanos; y la izquierda alternativa, que durante años dominó Iniciativa per Catalunya, ahora integrada dentro de Catalunya Sí Que Es Pot, el grupo que aglutina también a la rama catalana, y díscola, de Podemos".

En otras palabras: la existencia de dos grandes opciones opuestas en Cataluña de tamaño muy semejante es axiomática y permanente, y, si se mantienen estas inercias demoscópicas, que venzan el 21D los constitucionalistas o los nacionalistas/ independentistas dependerá sobre todo de la participación: si es alta, ganarán aquellos, siempre por estrechísimo margen; si es baja, se impondrán los constitucionalistas, también por poco.

La conclusión de esta evidencia es más sociológica que política: por sentido común, no cabe plantear siquiera un cambio radical del statu quo apenas con el pobre argumento de contar con algunos votos más que el adversario, que es partidario de mantener la situación. Si cualquier incidente, incluso un leve cambio en la participación, puede inclinar el fiel de la balanza de un lado o del otro, lo sensato no es someter a la ciudadanía a un constante vaivén sino tratar de estabilizar la situación mediante situaciones híbridas, que faciliten la convivencia incluso entre los discrepantes. Los independentistas se sentirán mejor en un Estado compuesto muy descentralizado como el español que en un modelo jacobino como el francés€ Busquen, pues, unos y otros el equilibrio más satisfactorio posible para ambas partes y dejen de pugnar por una solución extrema que desazonaría gravemente a la mitad de la población.

En definitiva, la independencia de Cataluña no es viable en el seno del Estado español no sólo porque no exista el derecho de autodeterminación sino también porque, en términos sociológicos, no matemáticos, no existe una mayoría clara de un signo o del contrario. En estas condiciones, se puede tratar de convivir o se puede mantener una guerra permanente. Elijan.

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