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Un clima negro como el carbón

La retirada anunciada de Estados Unidos del Acuerdo de París contra el cambio climático ha dejado a la Unión Europea en una situación de privilegio para liderar el esfuerzo internacional en este ámbito. De hecho, durante la cumbre de la semana pasada en Bonn, la UE ofreció alternativas financieras para suplir el hueco que dejará la decisión de Donald Trump. Sin embargo, ese empuje no fructificó y las principales decisiones que deberían haberse adoptado en la antigua capital alemana quedaron pospuestas, como mínimo, hasta el año próximo.

China se ha convertido en el otro gran actor mundial que ha prometido empeñar todo su esfuerzo en la lucha climática. De hecho, en un artículo conjunto en la revista científica Nature, los máximos responsables en este campo de China y Alemania afirman que si ambos países trabajan conjuntamente en promover las energías renovables, se puede conseguir una importante aportación a la lucha contra el cambio climático.

Desgraciadamente, estas declaraciones de intenciones quedaron en Bonn en papel mojado ante la primera gran propuesta de calado con efectos en la economía real. Canadá y Gran Bretaña sorprendieron a los países asistentes a la reunión de seguimiento del Acuerdo de París con una propuesta para abandonar el uso del carbón como fuente de energía para generar electricidad. Una propuesta que secundó una veintena de países, entre ellos, por ejemplo, Francia e Italia. Sin embargo, se encontraron con la oposición de... Alemania y China, junto a otras potencias como India.

España también se excluyó de la iniciativa, lo que, a su vez, ha provocado una fricción interna en el seno del Gobierno. Mientras el ministro de Industria, Álvaro Nadal, empeñado en controlar a toda costa el desorbitado precio de la electricidad enfrentándose incluso a compañías como Iberdrola, dispuestas a cerrar centrales térmicas por sus elevados costes de producción, la ministra de Medio Ambiente, Isabel García Tejerina, advierte de que la lucha contra el cambio climático es prioritaria.

En todo caso, la intención de tirar del carro medioambiental por parte de Berlín y Pekín parece quedarse por ahora en eso: una declaración de buenas intenciones. Otros socios parecen dispuestos a combatir más decididamente ese cambio climático que el presidente de EE UU se empeña en negar prácticamente en solitario frente al resto del mundo.

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